Capítulo 59



            Se acerca a la recepción lentamente. –Tal y como pensaba, no hay nadie… Veamos.-

            Unos ruidos de libros cayendo en una mesa, llama la atención del muchacho. Así que camina hacia la sala de lectura.

            -¡Eh!- Saluda el muchacho a Lucía y Miriam.

            -Ah, hola.- Saluda Lucía con su tono suave.

            -Lavith.- Saluda Miriam.

            -Hola, chicas.-

            Con una sonrisa, Miriam dice. –Llegas justo a tiempo.-

            -¿Para qué?-

            -Anoche Lucía se hizo daño en la mano y… No es nada grave, pero alguien le puso una venda. Y todavía la conserva.-

            Confuso Lavith pregunta. -¿Qué quieres decir?-

            Al mirar el dedo vendado de Lucía, imágenes en forma de flashbacks le viene a la mente; un desconocido curando el dedo de Lucía por la noche. –No puede ser… soñé que la curaban vendando ese mismo dedo y con ese mismo nudo de lazo… ¿Coincidencia? Mmmm… No podía controlar el cuerpo en el sueño…- Piensa el muchacho.

            -Deja de tomarme el pelo, Miriam.- Dice Lucía.

            -Lo entendería si fuese un pañuelo o similar; tendrías que devolverlo. Pero en este caso es una venda. Dime por qué la sigues llevando.-

            Ruborizada Lucía dice. –Por nada…-

            -Si te gusta, ¿por qué no vas a por él?- Pregunta Miriam.

            -Es no es cierto. Además, no tengo tiempo.- Responde Lucía.

            Molesta Miriam dice con tono elevado. -¡Sí, sí que lo tienes!-

            El muchacho piensa. –No tienes que chillar.-

            -¿Miriam?- Pregunta Lucía.

            -¡Has estado malgastando tu tiempo distribuyendo el “aroma” en el club de la ceremonia, y no te gusta hacerlo en absoluto! Deberías tomarte algo de tiempo para ti.-

            Con los ojos cerrados dice Lucía. –No pasa nada. Lo hago porque quiero.-

            Aún molesta dice Miriam. -¡Pero aun así!... ¡Tú misma!-

            Miriam sin decir nada más, se retira de la sala de lectura.

            -¿por qué se habrá enfadado tanto?- Piensa el muchacho.

            -Lamento su comportamiento.- Dice Lucía.

            -No… No me ha molestado.-

            -Siempre está preocupada por mí. Tan solo que esa es su forma de hablar.-

            -Creo que tienes una buena hermana.- Dice Lavith.

            Con una sonrisa dice Lucía. –Sí.-

            -Además, tú también lo eres por haberte dado cuenta de eso.-

            -No es para tanto.- Dice ella ruborizada.

            -Bueno, ya no queda nadie. Supongo que me iré.-

            -Sara hoy no ha ido a la escuela. Esta enferma.-

            -¿En serio?- Pregunta el muchacho. –Gracias por contármelo.-

            -Había venido también para decírselo a Miriam.-

            -Ah.-

            Con la sonrisa en el rostro de Lucía, dice ella. –Ahora tengo que irme. Adiós.-

            Se despide ella sin decir nada más y abandona la sala de lectura.

            -Ahora si que no queda nadie. Odio el silencio. Sara está enferma. Y Yuta… ya lo veré en otra ocasión, parece que no está.- Piensa mientras se dirige al mostrador.

            Todo está en silencio y no se ve a nadie.

            -No suele venir mucha gente, pero es que hoy no parece haber nadie. Igual es por la gripe que circula por ahí. Suficientemente grave como para hacer que cierren la escuela. Pero aun así, la biblioteca sigue abierta.-

            -El mostrador está vacío.

            -¿Qué le habrá pasado a la señorita Sonia?-

            Se acerca al mostrador. –Estaba sentada aquí cuando llegué para escribir el informe. Sí, y al verme se acercó a la entrada de la recepción para invitarme a que pasara.-

            El mostrador está tan sucio y desorganizado como de costumbre. Los libros dispersados en la superficie del escritorio. Hay un ensayo en la parte izquierda que la señorita Sonia había comenzado a escribir.

            -Me enteré de que la sangre de los Anekohji corría por sus venas… Mi tío quería discutir algunas cosas conmigo, algunas relacionadas también con la señorita Sonia. Me ha dicho que me llamaría, pero ¿dónde se supone que tengo que esperar?-

            Abandona la biblioteca y el estomago comienza a rugir. Así que se dirige a la cafetería.

            -Hay un montón de gente enferma, pero los trabajadores del local siguen trabajando duro. Con los pocos estudiantes que hay y están limpiando mesas. Los trabajadores de la cafetería… ¿no cogen resfriados?-

            Saca un bocadillo y se sienta a comerlo tranquilamente pensando. –Realmente no sabría diferenciar sus caras. Quién sabe cuánta gente, con sus gorras y uniformes grises, hay en esta escuela. Hay furgonetas aparcadas junto al campo principal. ¿Habrán venido por el terreno que ocupa la escuela?... No me creo tan fácilmente lo que ha dicho María. La verdad es que es bastante cuestionable.-

            Termina de almorzar y abandona la cafetería. Al salir escucha a dos hombres hablar.

            -Ayer faltaron tres personas. Es por eso que algunos tienen miedo.-

            -Ya los he encontrado. Olvida a los demás.-

            -Ah, ¿así que esto funciona así?-

            -Por supuesto. Tenía planeado hacérselo también a los otros.-

            -Espero que tengas un buen plan.-

            -Ten cuidado con lo que dices. Eres un don nadie. Métetelo en la cabeza.-

            -¿Eso crees?-

            Se produce un ligero silencio, pero siguen hablando.

            -Asegúrate de que nadie se entere de esto.-

            El muchacho intenta acercarse a la esquina para ver. -¿Quién es ese?- Piensa.

            Una de las dos personas dobla la esquina. David mira al muchacho y se aleja.

            -Ups.- Piensa Lavith.

            Roberto dobla la esquina sin percatarse de la presencia de Lavith. –Ten cuidado, don nadie.- Dice Roberto.

            -¿De qué están hablando?- Piensa el muchacho.

            Se dirige a la segunda planta del edificio principal en busca de Yuta.

            -Eh, Lavith.- Saluda Tommy a sus espaldas.

            -¿Tommy?- Se gira y lo ve acercándose.

            -¿No te acuerdas de mí? Vamos…-

            -Oh, perdona.- Responde Lavith.

            -No te preocupes. Hay un resfriado bastante feo por ahí. ¿Estás bien?-

            El muchacho afirma. –Sí, me encuentro perfectamente.-

            -Eso está bien, pero ve con cuidado. Esta enfermedad puede aparecer cuando menos te lo esperes. Parece que deja a la gente atontada y débil. Incluso cuesta mucho moverse.-
           
            -Vaya…- Dice el muchacho.

            -No existe nada parecido…- El tono de la voz de Tommy baja hasta callarse.

            Un silencio rodea el ambiente.

            -¿Tommy?- Pregunta Lavith.

            Tommy baja de las nubes respondiendo. –Ah, sí. Por aquí había unas personas que te estaban buscando. Tenían un mensaje para ti, así que les dije que te lo diría yo en su lugar.-

            -Oh.-

            -El decano te está buscando. ¿Has hecho algo?-

            -¿Qué? No.- Responde Lavith un poco confuso.

            Cierra los ojos Tommy. –Mmm…-

            El rostro de Tommy se vuelve más serio y agresivo.

            -¿Eh?- Se pregunta sorprendido Lavith.

            En un abrir y cerrar de ojos, Tommy le agarra por el cuello y le alza por encima del suelo.

            Lavith haciendo fuerzas para quitar la mano del cuello piensa. –Mierda.-

            -Así que no has hecho nada, ¿eh? ¿No te encontraste ayer con Laura?- Pregunta Tommy.

            -¿Qué?- Pregunta con dificultad.

            -Lo siento, he debido malinterpretarlo. Sé por qué Laura no ha venido…-

            El muchacho con dificultades para respirar, se queda sin fuerzas para resistirse y observa el extraño comportamiento de Tommy.

            -Claro que lo sé... Es porque vosotros dos os veis a escondidas.- Continua Tommy.

            Sin apenas aire piensa Lavith. –Pero de que... ¿de qué coño está hablando? En la sala de arte… Os vi.-

            Cierra los ojos Lavith.

            -¿Qué crees que debería hacer? Confiar en la ira… Es la mejor forma de sacar todo adelante, ¿verdad? O si no… Nah, ¿en qué estoy pensando? Ah, sí. Después de todo este tiempo, lo que yo… Cuéntame qué-coño-se-supone-que-voy-a-hacer-contigo.-

            -Tommy.- Dice Lavith sin aire.

            -¡Ah!- Se sorprende Tommy.

            Aparta la mano del cuello, dejando en el suelo a Lavith que comienza a jadear trabajosamente en busca de aire.

            Se aparte Tommy diciendo. –Lo siento. No sé qué me ha pasado.-

            -Pareces algo… estresado.- Dice Lavith entre bocanadas de aire.

            -Por favor, perdóname. Haré todo lo que sea posible para arreglarlo. Mira, golpéame en el estómago. Todo lo fuerte que quieras.-

            Más calmado, dice Lavith. –No, gracias. No soy demasiado fuerte…-

            -Bueno, ¿entonces qué podría hacer?-

            -Limítate a olvidarlo… Ya ha pasado.-

            -¿Estás seguro?- Pregunta Tommy.

            -Sí, a todo el mundo se le va la castaña alguna vez.-

            -Ya veo. En fin, te pido disculpas de nuevo. Lo siento muchísimo.- Dice Tommy.

            -No te preocupes.-

            -Vale. Me voy a ir.- Se despide Tommy.

            -Vale.-

            Tommy se va del pasillo sin mirar atrás.

            -Joder, eso ha sido bastante peligroso… casi muero.- Piensa.

            Una cinta de video en mitad del pasillo llama la atención.

            -Es una cinta de ocho milímetros. Parece que se le ha caído.- Se agacha para agarra la cinta. -¿Qué contendrá?-

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