Se
acerca a la recepción lentamente. –Tal y como pensaba, no hay nadie… Veamos.-
Unos
ruidos de libros cayendo en una mesa, llama la atención del muchacho. Así que
camina hacia la sala de lectura.
-¡Eh!-
Saluda el muchacho a Lucía y Miriam.
-Ah,
hola.- Saluda Lucía con su tono suave.
-Lavith.-
Saluda Miriam.
-Hola,
chicas.-
Con
una sonrisa, Miriam dice. –Llegas justo a tiempo.-
-¿Para
qué?-
-Anoche
Lucía se hizo daño en la mano y… No es nada grave, pero alguien le puso una
venda. Y todavía la conserva.-
Confuso
Lavith pregunta. -¿Qué quieres decir?-
Al
mirar el dedo vendado de Lucía, imágenes en forma de flashbacks le viene a la
mente; un desconocido curando el dedo de Lucía por la noche. –No puede ser…
soñé que la curaban vendando ese mismo dedo y con ese mismo nudo de lazo… ¿Coincidencia?
Mmmm… No podía controlar el cuerpo en el sueño…- Piensa el muchacho.
-Deja
de tomarme el pelo, Miriam.- Dice Lucía.
-Lo
entendería si fuese un pañuelo o similar; tendrías que devolverlo. Pero en este
caso es una venda. Dime por qué la sigues llevando.-
Ruborizada
Lucía dice. –Por nada…-
-Si
te gusta, ¿por qué no vas a por él?- Pregunta Miriam.
-Es
no es cierto. Además, no tengo tiempo.- Responde Lucía.
Molesta
Miriam dice con tono elevado. -¡Sí, sí que lo tienes!-
El
muchacho piensa. –No tienes que chillar.-
-¿Miriam?-
Pregunta Lucía.
-¡Has
estado malgastando tu tiempo distribuyendo el “aroma” en el club de la
ceremonia, y no te gusta hacerlo en absoluto! Deberías tomarte algo de tiempo
para ti.-
Con
los ojos cerrados dice Lucía. –No pasa nada. Lo hago porque quiero.-
Aún
molesta dice Miriam. -¡Pero aun así!... ¡Tú misma!-
Miriam
sin decir nada más, se retira de la sala de lectura.
-¿por
qué se habrá enfadado tanto?- Piensa el muchacho.
-Lamento
su comportamiento.- Dice Lucía.
-No…
No me ha molestado.-
-Siempre
está preocupada por mí. Tan solo que esa es su forma de hablar.-
-Creo
que tienes una buena hermana.- Dice Lavith.
Con
una sonrisa dice Lucía. –Sí.-
-Además,
tú también lo eres por haberte dado cuenta de eso.-
-No
es para tanto.- Dice ella ruborizada.
-Bueno,
ya no queda nadie. Supongo que me iré.-
-Sara
hoy no ha ido a la escuela. Esta enferma.-
-¿En
serio?- Pregunta el muchacho. –Gracias por contármelo.-
-Había
venido también para decírselo a Miriam.-
-Ah.-
Con
la sonrisa en el rostro de Lucía, dice ella. –Ahora tengo que irme. Adiós.-
Se
despide ella sin decir nada más y abandona la sala de lectura.
-Ahora
si que no queda nadie. Odio el silencio. Sara está enferma. Y Yuta… ya lo veré
en otra ocasión, parece que no está.- Piensa mientras se dirige al mostrador.
Todo
está en silencio y no se ve a nadie.
-No
suele venir mucha gente, pero es que hoy no parece haber nadie. Igual es por la
gripe que circula por ahí. Suficientemente grave como para hacer que cierren la
escuela. Pero aun así, la biblioteca sigue abierta.-
-El
mostrador está vacío.
-¿Qué
le habrá pasado a la señorita Sonia?-
Se
acerca al mostrador. –Estaba sentada aquí cuando llegué para escribir el
informe. Sí, y al verme se acercó a la entrada de la recepción para invitarme a
que pasara.-
El
mostrador está tan sucio y desorganizado como de costumbre. Los libros
dispersados en la superficie del escritorio. Hay un ensayo en la parte
izquierda que la señorita Sonia había comenzado a escribir.
-Me
enteré de que la sangre de los Anekohji corría por sus venas… Mi tío quería
discutir algunas cosas conmigo, algunas relacionadas también con la señorita
Sonia. Me ha dicho que me llamaría, pero ¿dónde se supone que tengo que esperar?-
Abandona
la biblioteca y el estomago comienza a rugir. Así que se dirige a la cafetería.
-Hay
un montón de gente enferma, pero los trabajadores del local siguen trabajando
duro. Con los pocos estudiantes que hay y están limpiando mesas. Los trabajadores
de la cafetería… ¿no cogen resfriados?-
Saca
un bocadillo y se sienta a comerlo tranquilamente pensando. –Realmente no
sabría diferenciar sus caras. Quién sabe cuánta gente, con sus gorras y
uniformes grises, hay en esta escuela. Hay furgonetas aparcadas junto al campo
principal. ¿Habrán venido por el terreno que ocupa la escuela?... No me creo
tan fácilmente lo que ha dicho María. La verdad es que es bastante
cuestionable.-
Termina
de almorzar y abandona la cafetería. Al salir escucha a dos hombres hablar.
-Ayer
faltaron tres personas. Es por eso que algunos tienen miedo.-
-Ya
los he encontrado. Olvida a los demás.-
-Ah,
¿así que esto funciona así?-
-Por
supuesto. Tenía planeado hacérselo también a los otros.-
-Espero
que tengas un buen plan.-
-Ten
cuidado con lo que dices. Eres un don nadie. Métetelo en la cabeza.-
-¿Eso
crees?-
Se
produce un ligero silencio, pero siguen hablando.
-Asegúrate
de que nadie se entere de esto.-
El
muchacho intenta acercarse a la esquina para ver. -¿Quién es ese?- Piensa.
Una
de las dos personas dobla la esquina. David mira al muchacho y se aleja.
-Ups.-
Piensa Lavith.
Roberto
dobla la esquina sin percatarse de la presencia de Lavith. –Ten cuidado, don
nadie.- Dice Roberto.
-¿De
qué están hablando?- Piensa el muchacho.
Se
dirige a la segunda planta del edificio principal en busca de Yuta.
-Eh,
Lavith.- Saluda Tommy a sus espaldas.
-¿Tommy?-
Se gira y lo ve acercándose.
-¿No
te acuerdas de mí? Vamos…-
-Oh,
perdona.- Responde Lavith.
-No
te preocupes. Hay un resfriado bastante feo por ahí. ¿Estás bien?-
El
muchacho afirma. –Sí, me encuentro perfectamente.-
-Eso
está bien, pero ve con cuidado. Esta enfermedad puede aparecer cuando menos te
lo esperes. Parece que deja a la gente atontada y débil. Incluso cuesta mucho
moverse.-
-Vaya…-
Dice el muchacho.
-No
existe nada parecido…- El tono de la voz de Tommy baja hasta callarse.
Un
silencio rodea el ambiente.
-¿Tommy?-
Pregunta Lavith.
Tommy
baja de las nubes respondiendo. –Ah, sí. Por aquí había unas personas que te
estaban buscando. Tenían un mensaje para ti, así que les dije que te lo diría
yo en su lugar.-
-Oh.-
-El
decano te está buscando. ¿Has hecho algo?-
-¿Qué?
No.- Responde Lavith un poco confuso.
Cierra
los ojos Tommy. –Mmm…-
El
rostro de Tommy se vuelve más serio y agresivo.
-¿Eh?-
Se pregunta sorprendido Lavith.
En
un abrir y cerrar de ojos, Tommy le agarra por el cuello y le alza por encima
del suelo.
Lavith
haciendo fuerzas para quitar la mano del cuello piensa. –Mierda.-
-Así
que no has hecho nada, ¿eh? ¿No te encontraste ayer con Laura?- Pregunta Tommy.
-¿Qué?-
Pregunta con dificultad.
-Lo
siento, he debido malinterpretarlo. Sé por qué Laura no ha venido…-
El
muchacho con dificultades para respirar, se queda sin fuerzas para resistirse y
observa el extraño comportamiento de Tommy.
-Claro
que lo sé... Es porque vosotros dos os veis a escondidas.- Continua Tommy.
Sin
apenas aire piensa Lavith. –Pero de que... ¿de qué coño está hablando? En la
sala de arte… Os vi.-
Cierra
los ojos Lavith.
-¿Qué
crees que debería hacer? Confiar en la ira… Es la mejor forma de sacar todo
adelante, ¿verdad? O si no… Nah, ¿en qué estoy pensando? Ah, sí. Después de
todo este tiempo, lo que yo… Cuéntame qué-coño-se-supone-que-voy-a-hacer-contigo.-
-Tommy.-
Dice Lavith sin aire.
-¡Ah!-
Se sorprende Tommy.
Aparta
la mano del cuello, dejando en el suelo a Lavith que comienza a jadear
trabajosamente en busca de aire.
Se
aparte Tommy diciendo. –Lo siento. No sé qué me ha pasado.-
-Pareces
algo… estresado.- Dice Lavith entre bocanadas de aire.
-Por
favor, perdóname. Haré todo lo que sea posible para arreglarlo. Mira, golpéame
en el estómago. Todo lo fuerte que quieras.-
Más
calmado, dice Lavith. –No, gracias. No soy demasiado fuerte…-
-Bueno,
¿entonces qué podría hacer?-
-Limítate
a olvidarlo… Ya ha pasado.-
-¿Estás
seguro?- Pregunta Tommy.
-Sí,
a todo el mundo se le va la castaña alguna vez.-
-Ya
veo. En fin, te pido disculpas de nuevo. Lo siento muchísimo.- Dice Tommy.
-No
te preocupes.-
-Vale.
Me voy a ir.- Se despide Tommy.
-Vale.-
Tommy
se va del pasillo sin mirar atrás.
-Joder,
eso ha sido bastante peligroso… casi muero.- Piensa.
Una
cinta de video en mitad del pasillo llama la atención.
-Es
una cinta de ocho milímetros. Parece que se le ha caído.- Se agacha para agarra
la cinta. -¿Qué contendrá?-
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