Capítulo 49



            Camina un poco hacia el edificio principal. La gente está regresando a sus residencias. Además, parece que hay algo de jaleo en una esquina del pasillo de la planta baja.

            -Ey, esa es… Es Miriam, la hermana gemela de Lucía. Y está hablando con… Roberto. No puedo oírlo demasiado bien, pero no parece que sea una conversación muy amistosa.- Piensa Lavith mientras se acerca.

            -Después de Lucía, es el turno de Miriam. Aunque con su personalidad, dudo que esté en problemas. Pero es tan frágil… No puede ni andar recta… Pero por otra parte, ¿por qué debería ayudar a Miriam.- Vuelve a pensar el muchacho.

            Se acerca un poco más y sigue pensando. –Aunque es cierto que se puso a llorar sobre mis hombros en la sala de Lectura. Vale, vale. Le echare una mano. Pero si Roberto se pone chulito, tendré que recordarle quién es mi tío y no es algo que me gustaría hacer.-

            Avanza hacia ellos atravesando el patio y ve en el suelo una sombra rectangular acercarse al muchacho. -¡¡Pero qué…!! ¡Joder!-

            Justo cuando se dispone a avanzar, se escucha un fuerte estruendo.

            -¡¿Un escritorio?!-

            Hay un escritorio roto entre Roberto y Lavith.

            -¿Pero qué hostias…?- Piensa al ver el escritorio en el suelo.

            Todos alzan la vista al primer piso y ven a David mirando al patio. Baja las escaleras y se detiene encima del escritorio.

            -¿Ha sido él?- Piensa Lavith al encontrar sus ojos con los de David. -¿Ha sido él quien ha hecho esto?-

            Unos alumnos aparecen en el patio deteniéndose detrás de David. Son los que se enfrentaron ayer con Tommy.

            -¿Pero con quién pretenden luchar? ¿Conmigo?- Piensa Lavith al ver a todos.

            Roberto mirando al rededor pregunta. -¡¿Quién ha hecho esto?!-

            Se produce un silencio y piensa Lavith. –Parece que está mosqueado… Si Roberto está aquí, eso quiere decir…- Los ojos de él busca a Miriam. –Ahí está…-

            Se acerca a ella y la ve sin aliento, costándole respirar.

            -¿Estás bien?- Pregunta Lavith.

            Jadeando pregunta ella. -¿Quién… te ha preguntado?-

            -Vaya…-

            Se aleja un poco ella y se tropieza, pero logra sujetarla antes de que se caiga y pregunta. -¿Estás segura de que estás bien?-

            -Déjame ir, pervertido.- Dice ella con el rostro rojo.

            -Tienes fiebre. Deberías volver a casa.-

            -No tengo por qué escucharte.-

            Un silencio incómodo se hace presente en ellos, pero lo corta él disculpándose. –Siento lo de Sara, ¿vale?-

            -Es culpa mía, así que déjame ir.-

            -Si te suelto, te volverás a caer…- Dice Lavith.

            -Está bien, entonces chillaré.-

            -Vale, vale.-

            La suelta separando los brazos de ella y Miriam grita.
           
            -Pensaba que querías que te dejara ir.- Dice el muchacho.

            Ella respira agitadamente.

            -Yo ya te he soltado. Eres tú la que sigue sujeta a mí.- Dice él mientras mira como ella sigue agarrada.

            -Eres horrible.-

            -Ya, ya…-

            -Espera un momento… ¿Eres…?- Pregunta ella.

            -¿Qué?- Pregunta él confuso.

            Miriam agarra las gafas del muchacho y se las quita. –Idiota.- Dice él.

            Asombrada sin apartar la mirada del rostro de Lavith. –Vaya.-

            -Joder.- Se queja él apartando la mirada.

            El rostro de Miriam se ruboriza y pregunta él. -¿Qué?-

            Pero no responde, tan solo le mira hipnotizada.

            -Te dejaré de nuevo.-

            No hay ningún cambio en ella.

            -¿Me estás escuchando?- Pregunta Lavith.

            Al volver en si misma dice apartándose un poco. –Creo que ya puedo sostenerme en pie. ¿Puedes soltarme poco a poco?-

            -Mmm, vale…-

            El jaleo de antes parece calmarse y se van cada uno por su camino. El sol se oculta del todo y las luces del edificio principal se han encendido.

            -Aquí tienes las gafas.- Dice ella dándoselas.

            -Gracias.- Se las pone.

            Miriam se queda mirándolo y dice. –Ahora lo entiendo.-

            -¿El qué?-

            -Por fin entiendo a lo que se refería Lucía.- Dice ella con una sonrisa.

            -¿Qué es lo que te dijo?-

            -Vistes como un pervertido. No te habría confundido con uno de ellos si no fuese por ese corte de pelo y las gafas. Y nada de esto habría pasado.-

            -¿De qué estás hablando?-

            El rostro de felicidad se desvanece en ella diciendo. –Estás empezando a mosquearme otra vez…-

            -Oh.-

            -Me voy a casa… Y no, no necesito escolta.-

            -¿Ya te encuentras mejor?-

            -Sí, sobre todo conforme me voy enfadando.- Tras decir esto se van sin decir nada más.

            El muchacho se da media vuelta y se queda pensando con los ojos cerrados. –Menuda chica más rarita. Se estará convenciendo a si misma o algo.-

            -Ah, y…- Dice Miriam acercándose.

            -¿Qué?-

            -Lo siento.- Se despide otra vez.

            Mientras la ve alejarse vuelve a pensar. –Menudo cambio de actitud al verme sin las gafas. ¿De verdad me hacían parecer un pervertido? Nada que ver con lo que esperaba. Igual debería empezar a preocuparme por cómo me ven los demás. En cuyo caso, nada de esto habría pasado… Bah, a la mierda, creo que simplemente lo olvidaré.-

            Se dirige a su habitación para descansar y olvidarse de todos los problemas. Pero al llegar y tumbarse en la cama recuerda que tiene que atender las citas con la señorita Leticia y con la señorita Sonia.

            -Tengo que darme prisa. Pero, ¿a cuál debería visitar primero?-

            Abandona la residencia masculina y camina a paso ligero. Al llegar al campo principal, los últimos estudiantes estaban a punto de irse cuando ha llegado. Solo queda el área vacía. El viento ha dejado de soplar, pero el ambiente todavía está frío.

            -Eh, María…- Dice Lavith al verla cerca de un grupo de gente en el edificio principal.

            -… Lavith.- Saluda ella al cercarse al muchacho.

            -¿Qué, ya vuelves a estar enfadada?-

            -¿Por qué dices eso?-

            -Ah, me había dado esa impresión.- Responde él.

            Un poco molesta dice ella. –No deberías sacar tus propias conclusiones sobre cómo se sienten los demás.-

            -Vale, vale. ¿Qué tal va la pierna?-

            La sonrisa vuelve a María. –Ah, bien. Por suerte no era nada grave.-

            -Vaya, me alegro. Parece que puedes andar con normalidad. ¿Pero por qué no has ido a clases?-

            -Porque… la señorita Leticia me dijo que debía descansar.- Responde María.

            -¿Por qué?- Pregunta él algo confuso.

            -Estuve despierta toda la noche. Es un alivio que el incidente ya haya terminado.-

            -Sí… No sabía que apenas hubieras dormido.-

            -Sí, bueno. Últimamente me quedo estudiando después de las actividades extraescolares. Ah, sí. Me acabo de acordar.-

            -¿De qué?- Se sorprende un poco el muchacho.

            -Lavith, ¿no has estado por las pistas esta tarde?-

            Traga saliva e intenta disimular los nervios al recordar que le vio las tetas.

            -Tenía la sensación de que había alguien más, pero no me di cuenta en ese momento.-

            -Ah, te refieres a eso…- Cierra los ojos más relajado ya pensando. -¿Debería mentirle? No, espera… Si le diese por preguntar a los demás estudiantes que estuvieron allí podrían reconocerme con facilidad. No puedo decirle que no sé de lo que me habla. Quizá debería confesarlo.-

            -¿Lavith?- Pregunta ella llamando su atención.

            -Igual… era yo.-

            -¿En serio?- Pregunta ella confusa.

            -Sí… Pensé en decirte algo, pero estabas jugando con el perro, así que no quise molestarte.-

            María esboza una sonrisa. –Ah, ¿y me escuchaste hablar conmigo misma?-

            -¿Qué quieres decir? ¿Estabas hablando sosa?- Pregunta Lavith aún nervioso.

            -Bueno, ya sabes… Un poquito.-

            -¿Y sería algo malo que te hubiese escuchado?-

            -¡Pues claro! Es tan vergonzoso…- Dice ella ruborizada.

            -¿Eh?-

            -¿Qué?- Pregunta ella.

            -¿Mmmm? Oh, simplemente estaba…-

            -Ah, sí… Debería volver.- Interrumpe ella.

            -¿Y la cena?- Pregunta él.

            -Hay una cafetería en la residencia femenina.-

            -Es cierto. Menuda suerte tenéis.-

            -Y todavía me duele un poco la pierna.- Dice ella.

            -Lo siento. Ten cuidado.-

            -Gracias.- Se despide María y se dirige a la residencia femenina.

            … -Bueno, ¿A dónde voy primero?-

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