Noche.
Se
detiene frente a la biblioteca. Ve a Roberto y
a David hablando en la fuente central de la rotonda…
-¿No
habían estado hablando también esta mañana?- Piensa Lavith.
Parece
que David está gritando a Roberto, que está de pie con los brazos cruzados.
-Roberto
se parece mucho más a un profesor de Educación Física que a uno de arte… Algo
va mal, hay algo en ellos que me da mala espina. ¿A dónde van ahora? Han
terminado de hablar antes de que pudiera espiar su conversación. Roberto se
dirige a la biblioteca y David al campo principal.-
Se
esconde en el aparcamiento y espera que pase Roberto. Al rato sale entre los
coches.
Entra
en la biblioteca a seguirlo y se queda en la recepción. –Se supone que Roberto
ha estado aquí.-
Camina
un poco por ahí, pero solo ve a unos pocos estudiantes. El mostrador está
vacío, así que se dirige a la sala de lectura. –Aquí no hay nadie.-
Mira
a los lados y algo le llama la atención. -¿Mmmm?-
Encima
de la mesa hay un enorme libro finamente ornamentado. –“La tierra del más
allá”. ¿Se lo habrá dejado Sara aquí?-
Lo
recoge y lo mira detenidamente. –Hace ya tela que lo leí. Ha pasado mucho
tiempo desde la última vez que lo vi en la pequeña biblioteca de mi tío.-
En
cuanto lo abre, nota el olor característico de los libros viejos. –Esta novela
es un cuento de hadas clásico. Hay un Dios y hadas. Todos viven en un precioso
mundo sin Luna. El tema no era nada del otro mundo, no recuerdo los detalles
porque hace mucho que lo leí. El autor fue alguien famoso… “A.S. Leedinger” no
era para nada un escritor. He oído que fue un arquitecto, pero nadie lo sabe a
ciencia cierta. Y de repente, de mayor, comenzó a despuntar. Era considerado un
genio en su disciplina. Pero no duró demasiado, acabó echándose gasolina encima
y ardió hasta la muerte. Y fue eso lo que lo hizo aún más famoso. Era
especialmente popular en el mundo del ocultismo. En vida, escribió sólo unos
pocos libros. “La tierra del más allá”, un manual de arquitectura y… el último
fue uno de magia. Alguien lo tradujo hace veinte años y lo publicó bajo su
nombre. Me resultó bastante sorprendente que Sara tuviera este libro. ¿Quién lo
tradujo?-
Busca
en las primeras páginas. –Ah, aquí lo debe poner.-
Al
pasar unas páginas comprueba que Ruki Anekohji fue el traductor. -¿En serio?
Menuda sorpresa, el fundador de la escuela. Eso explica que mi tío, que no
tiene ningún interés en el ocultismo, lo tuviera en la estantería… No sé
demasiado de Ruki Anekohji. La familia Anekohji solía regir el área de la Montaña del Cazador y Ruki
fue su último descendiente. Fue un filósofo irritable, pero era un entusiasta
de la educación, así que fundó esta escuela y estableció un sistema de
enseñanza bien estructurado. Nunca llegó a contraer matrimonio, pero adoptó a
una chica que se casaría luego con mi tío. Era conocido como un famoso
folclorista, pero con el paso del tiempo no volvió a salir nunca de las
montañas. Y allí permaneció hasta su muerte. Su mansión, situada en algún punto
de esta montaña, ardió hace dieciocho años, fue entonces cuando murió. Tradujo
un libro de ocultismo, lo publicó con su propio dinero y murió igual que el
autor del libro. Fue un folclorista y sus antepasados unos sacerdotes.
Posiblemente mi tío no tenga ningún interés en esto…-
Vuelve
a dejar el libro en la mesa. Tras pensarlo un poco, decide ocultarlo en una de
las estanterías. –Así nadie podrá robarlo…-
Esconde
el libro en una estantería alejada y haciendo hueco con algo de fuerzas para
meterlo. –Debería irme, pero tengo que buscar a la señorita Leticia.-
Abandona
la biblioteca y llega al pabellón alfa. Abre las puertas y se encuentra el
pasillo a oscuras. Enciende las luces y se acerca a la enfermería.
Toc,
toc.
…
-La señorita Leticia no está aquí. Ya volveré luego… un momento, la azotea.-
Caminando
por el primer piso no ve a ningún estudiante. Pero parece que sí hay alguien en
la sala de arte. Se puede oír a dos personas hablando. Acerca el oído a la
puerta para escuchar.
-Laura
y… ¿quién más?- Piensa-
Pone
la mano en el pomo e intenta girarlo lentamente, pero está cerrada la puerta.
Así que vuelve a pegar la oreja contra la puerta para escuchar atentamente.
-Son
Laura y Tommy.- Vuelve a pensar el muchacho.
-¿Qué
quieres decir?- Pregunta Laura.
-Lo
que acabo de decir.- Dice Tommy con tono suave.
Con
algo de miedo pregunta ella. -¿Me odias?-
-¡No!
Es solo que pierdo el control cuando estoy contigo.- Dice Tommy para tranquilizarla. –Ya sabes a
lo que me refiero. Tú también asistes a ese cursillo. Quiero librarme de esta
maldición. Si estoy contigo, no creo que pueda hacerlo.-
-¿Quieres
decir que te estoy volviendo loco?-
-No
me mires así; tú no tienes nada que ver. Es todo culpa mía. Si seguimos juntos,
sé que acabaré haciéndote daño.- Dice Tommy.
Una
silla cae…
-¡No!-
Dice Laura quejándose.
-La…
Laura…-
-Eso
no me va a convencer. No me importa para nada tu comportamiento. Sé que me
quieres cuando te pones celoso. Y eso me hace feliz.
-Laura…-
Alguien
se mueve y respira profundamente.
-Bésame.-
Dice Laura.
-Laura…-
-Por
favor…-
Aparta
la oreja de la puerta pensando. –Me iré antes de que se enteren.-
Sigue
caminando hasta las escaleras. –Así que esa es la historia… Extraño…- La imagen
de Laura sonriendo le viene a la mente. -¿Qué tiene de raro? Es algo normal…
Así que estaba celoso. Debería irme del primer piso cuanto antes.-
Al
llegar al segundo piso mira el reloj y se da cuenta de que se está haciendo
tarde, pero todavía queda un montón de gente aquí fuera.
-Parece
que hay una gripe en el aire, pero por lo que veo, seguro que me han colado una
trola. Parecen todos tan amenazadores.- Piensa mientras los mira. –Es irónico
que la gente trate de conseguir el “aroma” para aliviar estrés… Y que haciendo
cola se agobien cada vez más.-
Llega
a la azotea al atardecer. Por el día ha hecho calor, pero ahora el viento está
comenzando a refrescar. Tras un rápido vistazo no encuentra a la señorita
Leticia. Baja las escaleras y sale del pabellón alfa. Así que se dirige al
edificio principal y ve algunos estudiantes en chándal atajando por el jardín
Luna.
-Parece
que han terminado. Hoy hay menos gente que ayer a esta misma hora. ¿Será por el
resfriado que pulula por ahí?- Piensa al verlos.
Se
queda esperando a que pasen todos y mira el patio sentado en un banco. –Me
encanta esta vista al atardecer…-
El
oscuro contorno de la gente desaparece, dejando únicamente la larga sombra del
pilar, difuminada en la pulida superficie del suelo. La imagen evoca en un
refinado museo de arte.
-Parece
que los bedeles todavía no han empezado a trabajar. Seguiré caminando.-
Llega
a las pistas y no ve a nadie. Los clubs atléticos ya han terminado sus
actividades y María debe haberse ido hace rato.
-¿Eh?-
Nota que algo se mueve cerca de la valla.
En
cuanto se acerca un poco más se da cuenta de que es Saburo. Lo sigue hasta que
empieza a dolerle la cabeza y sufrir náuseas. No se detiene y cruza tambaleante
la maleza.
-Un
perro con semejante sentido del olfato… Quizás el aire de esta zona sea muy
peculiar. Hasta ahora me he quedado parado en los peores sitios. Vale, creo que
lo mejor será atravesarlo corriendo sin parar.-
Saburo
se ha ocultado entre los arbustos, por lo que está fuera del campo de visión
del muchacho.
-Será
mejor que lo siga.-
…
Tras un rato, Lavith se queda sin aliento.
-No
debería haber pensado en semejantes estupideces. Demasiado… difícil.-
Acaba
en un lugar que le resulta extrañamente familiar y se escucha el crujido de una
rama. Lavith continúa luchando por respirar… Empieza a encontrarse mal y se
apoya en un árbol cercano.
-No
debería haber llegado tan lejos. Y ni siquiera Saburo está aquí… Mi horrible
condición está empeorando, afectando a mi juicio. Uff… ¿Pero hay siquiera algo
por aquí?-
-Sí,
yo.- Responde una voz de mujer.
Asustado
al no ver quien es pregunta. -¡¿Quién anda ahí?!-
Una
chica aparece donde el muchacho. Este se queda mirándola; largo vestido negro
parecido al de novia y escotado. La luna brilla sobre su piel un poco pálida
mostrando su pelo castaño liso hasta la cintura.
Un
poco extrañado dice Lavith. –Eh, tú eres del club de teatro… No sabía que
practicaseis por esta zona.-
-¿Qué?
¿Lo dices en serio?- Pregunta ella.
-¿Eh?
Oh, yo. Esto…-
El
muchacho no puede aguantar el dolor, así que se sienta en la base de un árbol.
-Fiu…
Estoy bastante jodido.-
-Es
bastante difícil para alguien que se arrastra llegar tan lejos. En tu
condición, cada vez te costará más seguir adelante.-
-Huele
como si… hubiese algún… tipo de gas extraño.-
-Esto
es propiedad privada; aquí hacemos lo que queremos.- Dice ella con tono serio y
los brazos cruzados.
-Ya…
ya veo. Permíteme… presentarme… Me llamo… Lavith.-
-Hablas
como si tuvieses mucho tiempo a tu disposición. ¿Tienes la cara azul y
pretendes presentarte formalmente?-
-Estoy
bien… Ya me he acostumbrado…-
-Me
llamo Ágata. Ágata Anekohji.- Se presenta ella.
Asombrado
pregunta Lavith. -¿Qué?-
-¿Voy
a tener que repetirlo?-
-No,
es solo que… Anekohji es…-
Termina
ella la frase. –El propietario original de las tierras de tu escuela.-
-Pero…
Uh…-
-De
todas formas, estás en una propiedad privada. Como no veo ningún signo de
hostilidad en ti, te dejaré marchar por esta vez. ¡Y ahora, largo!- Se da media
vuelta y comienza a caminar. Pero la detiene Lavith
-¿Eh?
¡Espera un momento! No puedes abandonar a su suerte a una persona enferma en un
lugar como este…-
-Has
sido tú quien ha decidido adentrarse hasta aquí.-
-Eh,
ya…- Dice Lavith bajando el tono de la voz.
-Si
te alejas, mejorarás.- Con esto último se va Ágata.
-Tengo
la piel de gallina.- Piensa él.
Lavith
está sin aliento. –Me encuentro… hecho una mierda. Tengo que… escapar echando
leches… de este lugar.-
Trata
de recobrarse y salir de ahí lo más rápido posible.
…
-Parece que he regresado a la entrada. Pensaba que… iba a acabar fiambre. ¿Podría
ser… gas? ¡El hecho de que sea una propiedad privada no significa que puedan
rociar productos químicos por toda el área! Me pregunto por qué no afectaba a
Saburo.-
Vuelve
a las pistas y se sienta a calmarse.
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