Capítulo 33


         El “contrato”… Mascullo para mis adentros. Estoy empezando a hacerme una idea de con quién estoy hablando.

         “No tienes ninguna elección al respecto”.

         Percibo el sabor de la sangre cada vez que intento abrir la boca. Llegué hasta aquí, intentando alejarme del cambio. Sabía que no me quedaba mucho tiempo. No tenía elección… Pero había algo que no me gustaba. Tenía que volver algún día.

         Latido de corazón.

         “…”

         Veo un perro mirándome con la lengua colgando, como si se estuviera riendo de mí… Es cierto, no tengo elección. Pero debo seguir adelante para escapar de esa maldad. Tengo que…

        

        

        

         “Oh, sí.”

        

         “¿Qué ocurre?”

         “Nada. Sigues pendiendo de un hilo”.

         “Lo sé, pero todo sigue en su sitio”.

         “¿?”

         “…”

         “Sí…”

         “Buena chica”.

         “¿Qué tal es?”

         “Bastante buena… ¿Quieres probar?”

         “¡Sí!”

         “Magnífico. El problema es ese tío”.

         “Sí…”

         “¿Qué piensas? ¿Crees qué es él?”

         “No lo sé”.

         “…”

         “Si es él… tendremos que buscar otro camino”.

         “…”

         “Quiero que me digas tu opinión al respecto, pero antes…”

         “¿Qué?”

         “Alguien nos espía”.

         “¡¿Quién anda ahí?!”

Capítulo 32


            Llega a la planta baja de la residencia masculina, cerca de la recepción. Tras llevar a Sara a su cuarto, tuvieron que burlar a un guardia de seguridad.

            -Sara llegó a entrar, así que debería estar a salvo. He vuelto por el camino más largo para ver si podía encontrarlas. Pero no he tenido suerte. No he visto ni a María ni a Lucía por ninguna parte… Pero sí que he visto a bastantes bedeles. Tienen un trabajo realmente duro si tienen que seguir con lo suyo a estas horas. Además, parece que hacen muchas otras cosas además de limpiar. Y hay un montón… Y ahora… Hace bastante frío. En los pasillos también hace una rasca de cojones. Me vuelvo a la habitación… en cuanto llegue me voy a tomar un baño caliente y un buen trago. He acabado bastante quemado, así que igual me acuesto pronto.-

            Sube las escaleras hasta el pasillo donde está su dormitorio. –Ese es Tommy. Ya se ha cambiado y está bebiendo algo delante de una papelera.- Piensa mientras se esconde. -¿Por qué me acabo de esconder?- No creo que esté al tanto de lo que ha pasado esta noche.-

            Arroja  Tommy la botella a la papelera y entra en su habitación. –Bien, parece que ya se va. Así que esa es su habitación.-

            -¡Achís! Joder, sigue llevando ese perfume. Y ahora huele incluso más. El pasillo entero apesta a eso.- Dice tapándose la nariz.

            Se acerca a la papelera y ve una botella. –Esta es la botella que acaba de tirar. ¿Qué es esto? ¿Algún tipo de medicina? Me la guardaré, por si acaso. Es parte de mí ser desconfiado.-

            Llega a su dormitorio. –Al fin en casa.- Pone la mano en la puerta y se da cuenta de que no está sólo. -¿Hay alguien dentro? La puerta está abierta… Es verdad, cuando salí a ver a María olvidé cerrarla. Tengo un mal presentimiento… Noto un pestazo a alcohol salir de mi habitación.- Piensa mientras entra con cuidado y despacio.

            -Joder. Hay alguien dentro.- Piensa mientras escucha ruido dentro.

            -¡Bienvenido a casa!-

            Yuta esta de pie cerca de la cama con las mejillas rojas.

            -No te preocupes, ya me he preparado un trago. Creía que volverías antes.- Dice Yuta con problemas.

            -Parece bastante borracho.- Piensa mirándolo. Echa un vistazo a la botella que está en el suelo y piensa. –Y el muy cabrón se está bebiendo lo más caro.-

            -¿Quieres un poco?- Pregunta Yuta bastante contento.

            -Diría que te estás bebiendo mis cosas…-

            -Ah, ¿te molesta?-

            -¡Mamón! ¡¿Qué pasaría si alguien te viera?!-

            -No lo sé. ¿Qué deberíamos hacer?-

            -¡Esconde eso, joder!- Dice Lavith señalando la botella.

            -Vale.-

            -Hoy no es mi día.- Piensa con los ojos cerrados y suspirando.

            … Los dos se reúnen cerca de la cama para beber.

            -Y entonces un perrillo… salta sobre el oso…- Dice Yuta bastante borracho.

            -Eso está muy bien…-

            -Eh, Lavith, no estás bebiendo mucho.-

            -Eres tú el que se lo está soplando todo, idiota.-

            Yuta comienza a reírse de forma tonta. –Jaja, vale… ¿Qué te estaba diciendo?-

            -Algo de un perro que saltaba sobre un oso.-

            Se bebe todo el alcohol del vaso y mientras se lo llena. –Ah, eso. Pero el oso solo era una cría.-

            -Así que al perro no le pasó nada.-

            -Aunque bueno, el osezno llamó a su madre.-

            … Da un par de tragos Lavith. -¿Entonces sigue vivo o no sigue vivo ese puto perro?-

            -Bueno, esto…-

            -¿Sí?-

            -¡Sí, porque lo cogí y lo saqué de allí!- Alza la voz tras bebérselo entero el contenido.

            -¡Por el amor de Dios! ¿Quieres dejar de chillar? ¿Sabes qué hora es?-

            Se ríe Yuta y tapándose la boca dice. –Ups, lo siento.-

            -Estás muy borracho.-

            -Me da igual.-

            -Espera, eso es…-

            Yuta bebe de la botella directamente.

            -Cabrón. Eso es lo más caro que tengo.- Señala la botella. –La mangué  a mi padre, aun sabiendo que me iba a llevar una buena bronca.- Piensa viendo como Yuta se la bebe.

            -Deberías… bebe tú también.-

            -Lo haré, gracias.-

            -Vaya.-

            … Yuta cae rendido en el suelo. –Eres un jodido ladrón, ¿lo sabías?-

            Con la sonrisa en Yuta y los ojos cerrados dice. –Me encuentro de puta madre.-

            -Claro, has bebido como un animal.-

            Vuelve a reírse. Yuta.

            -¿Qué?-

            -Achís.- Estornuda y se limpia con el pañuelo de Lavith.

            -¡Pero cabronazo! ¡Ese es mi pañuelo!- Dice molesto.

            -Tú no necesitas este perfume…-

            -¿De qué estás hablando?-

            -Espera. Tenemos que esterilizarlo antes.-

            Yuta agarra la botella de alcohol. -¡No! ¡No le eches alcohol!- Empieza a bañarlo en alcohol.

            -¿Ves? Ahora ya está limpio. –Dice Yuta con una sonrisa.

            -Imbécil.-

            -Creía que no te gustaba el olor.-

            -Tengo mis motivos, ¿sabes?-

            -¿Esos motivos tuyos exigen esconder la cara y llevar gafas?-

            -Sí.- Dice Lavith molesto por lo del pañuelo.

            -Eso pensaba…-

            -Pero qué chorradas estás diciendo. ¡Cállate!-

            -Y yo que quería…-

            … No termina la frase Yuta y cierra los ojos.

            -¿Yuta?- Pregunta Lavith.

            -Me estoy quedando frito…-

            -Vuelve a tu habitación si te vas a sobar.-

            Yuta cae rendido por el sueño. Lo levanta del suelo. –Joder, cómo pesa, menudo idiota.-

           

Capítulo 31


            Cuando llegan al gimnasio, ve todo a oscuras. –Supongo que alguien habrá apagado las luces.-

            -¡Sara!- Dice María bajando de las escaleras.

            -Hola, María.- Dice Sara con la sonrisa en su rostro.

            -Estaba muy preocupada por ti.-

            -Solo he ido a la biblioteca un ratillo.-

            -No habrás…-

            -¿No habrá, que?- Piensa el muchacho.

            -¿No habré, qué?- Pregunta Sara.

            -Oh, nada. Vámonos antes de que nos constipemos.-

            -¿Qué ibas a decir?- Pregunta él.

            Cierra los ojos María. –Nada, ¿vale? Venga, vámonos.-

            -Vale, vale.-

            -Espera un momento…-

            ... –Joder. Ya se han ido. María tiraba de Sara como una histérica. Debería ir con ellas; es tarde y no es seguro.-

            Llegan al paseo para la residencia femenina. María se detiene y mirando a Lavith pregunta. -¿Hasta dónde piensas seguirnos.-

            -Quería asegurarme de que llegabais a vuestras habitaciones de una pieza.- Responde él.

            -Así que haciendo de guardaespaldas, ¿eh?-

            … -Quizá no sea el mejor del mundo, pero es mejor que nada. Bah, olvídalo.-

            … Mira hacia delante ella. -¿Qué?- Pregunta él.

            -Nada…-

            -¿Podéis dejar de hacer los tontos?- Pregunta Sara.

            Da un suspiro María diciendo. –Vale, síguenos si quieres.-

            Un poco molesto piensa. -¿Sabrá lo que significa la palabra “Gracias”?-

            -Pero te puedes marchar. A estas horas no deberías estar por la calle.-

            -No sé si os debería dejar solas.-

            -Estaremos bien, ¿vale?- Dice María.

            -Eh.- Se escucha una voz detrás de ellos.

            -¿Quién anda por ahí?- Pregunta Lavith un poco nervioso.

            Se acerca la otra persona y la reconoce. –Es Lucía.- Piensa él.

            -Hola, chicos.-

            -Hola.-

            -Hola.-

            -Eres Vega, ¿no?- Pregunta María.

            -Sí, encantada.-

            -¿Qué estás haciendo aquí?-

            -Estoy dando una vuelta, como vosotros.-

            -Sí pero nosotras estamos regresando a la residencia.- Dice María.

            -Ah, perfecto.-

            -Hay alguien detrás de ella.-  Piensa él al ver a otra persona acercarse.

            -Venga, Miriam. Lavith está aquí.-

            -¿Miriam?- Piensa él.

            Se coloca ella al lado de Lucía. –Ah, la hermana pequeña de Lucía. Es la chica que dejé llorando en el club de la ceremonia del té. Creo que me malinterpretó… Y parece que sigue enfadada conmigo.- Piensa el muchacho.

            -¿Qué pasa?- Pregunta Lavith.

            -Vamos, Miriam.-

            Enfadada pregunta a Lavith. -¡¿Por qué iba a querer dirigirte la palabra?!-

            Molesto piensa. –Pero si no te he hecho nada, tonta del culo.-

            -Lo siento mucho. He oído que mi hermana te molestó esta tarde. Y Miriam quería pedir perdón.-

            -¿Es una disculpa?- Pregunta Lavith confuso.

            Afirma con la cabeza Lucía.

            Sara señalando a la residencia dice. –Eh, esa chica se ha ido corriendo.-

            -Debería ir tras ella. Hasta luego.-

            -Espera, que ya han dado el toque de queda.- Dice María mirando su reloj.

            -Lo sé, pero…-

            -Oh, entiendo. Entonces yo también voy.- Dice María agarrando la mano de Sara.

            -Quiero decir, que no es seguro para vosotras andar solas por ahí, ¿sabéis?-

            -¡Yo también quiero ir!- Dice Sara sonriente.

            Dando un tirón a la mano. -¡Tú no puedes! Vaya pero te quedarías sola…-

            -Yo me encargaré de llevarla.- Dice Lavith.

            -¡Ja! Eso es peor aún.-

            -¿Qué pasa, es que no confías en mí?- Pregunta él bastante molesto.

            -No, no me refería a eso. Ay, ¿qué debería hacer?-

            Se produce un silencio largo.

            -¿Estáis todos esperando a que decida?- Pregunta María.

            -Pues sí.-

            -¿Qué vas a hacer?- Pregunta Sara.

           

            -Vale. Lavith, ¿puedes acompañarla hasta su habitación?-

            -Por supuesto.-

            -Venga, Vega. Vamos tras ella.- Dice María.

            -Miriam sabe artes marciales, así que no me preocuparía demasiado.- Dice Lucía con el tono tranquilo.

            -Es posible, pero estamos en mitad de la nada y quisieras o no, es peligroso.-

            -Supongo.-

            -Y Sara, no dudes en gritar si este tío intenta hacerte algo “raro”, ¿vale?- Dice María mirando al muchacho.

            -¿A qué te refieres con “raro?- Pregunta Sara.

            -No te preocupes. Lo sabrás si se da el caso… Vamos Vega.-

            -Vale.-

            Las dos se van dejándolos solos. –Tenían mucho interés en ir detrás de Miriam.- Piensa el muchacho. –Vale, Sara…-

            Un pequeño brazo rodea el de Lavith. Sara le agarra. –Guau.- Piensa él.

            -¿Sabes, Lavith? Es la primera vez que un chico me acompaña a casa.-

            -También es la primera vez que yo acompaño a una chica a casa.-

            -Es agradable caminar cogidos del brazo, ¿verdad?- Dice mientras caminan despacio.

            -Sí.- Afirma Lavith.

            -¿Podemos ir el resto del camino así?-

            -Vale, pero si esto se alarga demasiado, puede que acabes viendo una auténtica bestia. Así que ten cuidado, ¿de acuerdo?-

            -¿Una bestia? Vaya, no me importaría.-

            … -¿Sara?-

            -Espera… El libro va a estropearse.-

            Sara le suelta el brazo. –Oh vaya.-

            -¿Qué ocurre, Lavith?-

            -¿Quieres qué te lleve los libros? Parece que pesan mucho.-

            -No te preocupes, puedo con ellos.- Dice Sara con una sonrisa.

            -De acuerdo.-

            Siguen caminando en silencio. –Eh, Sara…-

            -¿Sí?-

            -¿No acaba de decir algo sobre ir cogidos del brazo el resto del camino?- Piensa él.

            Se produce el silencio y con un suspiro dice el muchacho. –Nada.-

            -Vaya.-

            -Vamos.-

            -De acuerdo.-

            Los dos llegan a la residencia femenina. Sara entra y él se da la vuelta para la residencia masculina.

Capítulo 30


            -Solo la señorita Sonia puede entrar en el almacén. Quizá esté trabajando.- Piensa.

            -Oh, profesora…-

            -Dime.-

            Dos voces de mujer se escuchan en el almacén. –Eh. Espera un momento.- Piensa Lavith.

            -Ah… Oh…-

            Unos gemidos se escucha un poco bajo. -¿Está pasando lo que creo que está pasando?- Piensa mientras camina despacio para ver lo que pasa.

            Entre dos estanterías repletas de libros ve a la señorita Sonia detrás de Sara. Una de sus manos está en uno de los pequeños pechos de Sara y la otra mano en su entrepierna.

            El cuerpo pequeño de Sara está casi desnudo, lo único que lo cubre es su camisa. El sudor recorre el cuerpo, mientras disfruta de cada movimiento de Sonia.

            -Oh señorita Sonia.-

            -Eres una monada… ¿Te gusta esto?- Le dice lamiéndole el cuello con la punta de la lengua.

            -Sí…-

            -Me entristece que no vaya a poder “pasarlo bien” contigo durante un tiempo.-

            -No pasa nada… Estaré… bien. Ah…- Dice Sara entre gemidos al tener dos dedos de Sonia dentro.

            -¿Quieres besarme, preciosa?-

            -Sí…, Sí… Quiero besarte… Por favor…-

            Lavith escondido mientras observa la escena piensa. -¿Cómo puñetas voy a explicarle esto a María?-

            -Oh, Dios… Sí… Me gusta mucho…- Dice Sara con la respiración agitada y con gemidos altos.

            -Que mona…-

            -¿Señorita Sonia?-

            -Sí.-

            -¿Quién era ese de ayer?-

            … Sonia no contesta.

            -Esa persona… va a interferir… Oh, sí…-

            -No te preocupes por eso, ¿vale?-

            -De acuerdo… Lo siento, perdóname…- Sus gemidos no cesan y siguen aumentando.

            -No te preocupes, no estoy enfadada. Tú eres la única en la que puedo confiar.-

            Sara gime de placer.

            -Pobrecita… Intentando complacerme…-

            -Ah, sí, señorita Sonia… Sí…-

            -Ahora te llevaré al paraíso.-

            Las manos de Sonia se mueven más rápido y su lengua recorre el cuello.

            -¡Oh! ¡Ah! ¡Sí! ¡Sí!-

            El muchacho se retira lentamente sin hacer ruido pensando. –No tiene sentido quedarme aquí mirando.-

            Deja el almacén y mirando recepción piensa. –La señorita Sonia y Sara… ¿Quién lo hubiera dicho? Debería irme.-

            Sale de la biblioteca. –Bueno, ya la he encontrado, pero… ¿Qué le voy a decir a María? No es que no me guste ver estas cosas, pero con esta ya van dos en un solo día… Mataré el tiempo en otro sitio y ya volveré más tarde.- Dice en tono bajo.

            -¿Lavith?-

            -Oh, joder.- Piensa mientras reconoce la voz de Sara.

            -¡Hola, Lavith!-

            Se gira para verla y la ve como si nada de lo anterior hubiera pasado. –Mierda.- Piensa.

            -¿Qué estás haciendo aquí?-

            -Ah, no mucho… ¿Qué estabais? Quiero decir, ¿qué haces tú por aquí?- Cierra los ojos pensando. –Tranquilízate, no sabe que las has visto.-

            -He venido a por un libro.-

            -Ah, vale. María te estaba buscando.-

            -¿Ya ha terminado el entrenamiento? Y yo que quería leer un rato más.-

            Mira su rostro un poco triste y le dice. –Hace tiempo que ha terminado.-

            Cierra ella los ojos diciendo. -¡Argh, vaya!-

            -En cualquier caso, te estaba esperando, ¿vienes?-

            -Sí.- Dice con una sonrisa.

            … -No puedo creer que sea la misma persona que acabo de ver en la biblioteca. Y hay algo diferente… Me pregunto…- Piensa mientras recuerda lo de antes.

            El muchacho agarra la mano de ella y caminan hacia el gimnasio. Llegan a la planta baja del edificio principal, el jardín Luna.

            -¿Ese es el libro que has ido a buscar?-

            -Sí.- Responde Sara con una sonrisa.

            Mira el título del libro. –“La tierra del más allá”. Te debe gustar mucho como para ir a por él a estas horas, ¿eh?-

            Con la sonrisa aun en el rostro responde. –Sí. Es precioso.-

            -Eso está bien.-

            -Esto… ¿Lavith?- Pregunta ella.

            -¿Sí?-

            -A ti también te gusta, ¿no?-

            -¿Me gusta el qué?-

            -El libro, “La tierra del más allá”.

            -Sí. Se me hizo un poco duro cuando lo leí de pequeño, pero me gustó mucho. No lograba entender las demás obras del autor, pero…-

            -¿?- Sara se queda extrañada.

            -¿Qué ocurre?-

            -No sabía que hubiese escrito más cosas.-

            -Oh.-

            El rostro de Sara se vuelve triste. –No los he leído.-

            -No te preocupes. No son más que libros… Tampoco pasa nada.-

            -¿Los tienes?-

            -No, pero no te preocupes. “La tierra del más allá” es la única novela que ha publicado.-

            -¿A qué te refieres?-

            -El autor en realidad era arquitecto… o, espera, ¿no era un filósofo? En cualquier caso, solía escribir en su tiempo libre.-

            -Guau. No lo sabía.- Esboza ella una sonrisa.

            -Sus otros trabajos son manuales técnicos y mucho más difíciles de leer.-

            -¡Sabes muchas cosas!-

            -He tenido mucho tiempo.-

            -Vaya… Pero es un poco decepcionante.-

            Extrañado pregunta. -¿Por qué lo dices?-

            -Porque esperaba una secuela del libro.-

            -Sí, termina muy repentinamente.-

           

            -Le debe apasionar esta novela. Es rara de cojones.- Piensa él.

            -¿No nos está esperando María?-

            -Es cierto, deberíamos irnos.-

            Prosiguen la marcha hasta el gimnasio.

Capítulo 29


            Camina al campo principal y al llegar su cuerpo tiembla. De repente sopla una ráfaga de viento. –Parece que estamos en invierno. Hace tanto frío que estoy temblando… Y Sara no está por aquí, ni siquiera puedo ver a los bedeles. Debería buscar en otro sitio.-

            Deja el campo principal y vuelve al edificio principal. Se sienta cerca del estanque y alza su mirada. Da un suspiro y escucha como algo romperse.

            -¡Ahhh!-

            Sube corriendo hasta el segundo piso y se queda asustado al ver a una pequeña criatura oscura mirándole, inmóvil. –Ah, tan solo es la gata.- Dice dando un suspiro de alivio.

            Al mirarla con más calma piensa. –También te paseas por aquí a una hora extraña, ¿eh?- La gata desaparece en las sombras.

            Con la respiración aún agitada baja las escaleras y pone rumbo a la cafetería. Al llegar abre las puertas y observa que no está cerrada, pero no se ve nada.

            -Hace tiempo que pasó la hora de la cena. Aquí no hay nadie.- Dice en tono bajo y mirando al fondo. Tras mirar un poco se escucha pasos.

            Miguel Ángel aparece al lado del muchacho sin decir nada. Asustado piensa. -¡El tío este sabe cómo asustar a la gente!- Se calma un poco y le saluda. –Hola, Miguel Ángel.-

            El “alto oficinista” sale sin ni siquiera dirigirle la palabra, está caminando dando tumbos. -¿Podría ser que haya dormido aquí? Tengo la sensación de que ha salido de la cocina. De todas formas tampoco está aquí Sara.-

            Entra al pabellón alfa y no hay ninguna iluminación, todo está muy oscuro. Las luces del pasillo están apagadas y no encuentra el interruptor por ningún lado. Está rodeado de oscuridad. –Es imposible que pueda encontrar a Sara en estas condiciones.-

            Con cuidado sube al primer piso. Al entrar ve que las luces del pasillo están encendidas. Alguien choca con él. Es Laura con la mirada perdida. –Hola Laura.-

            -Ah, hola…-

            … Una ligera sonrisa se esboza en el rostro de ella. –No pensé que me fueras a hablar.- Dice ella dulcemente.

            -Pues claro que sí.-

            -Gracias. Me alegra que me digas eso.-

            -¿Eh?-

            -Laura se ríe.

            -¿Y qué estabas haciendo? Es bastante tarde.- Pregunta él.

            El rostro serio vuelve en Laura y con un tono más serio contesta. –Cosas…-

            -Así que “cosas”, ¿eh?-

            … Aparta ella la mirada y piensa Lavith. –Quizá no debería haber preguntado.-

            -Por cierto, ¿has visto a Sara?-

            -¿A quién?- Pregunta ella.

            -Ah, que no la conoces. Lo siento. Sara Abad. Una novata. Con dos coletas y lazos, parece una estudiante de primaria.-

            -Ah, esa chica…-

            -¿La conoces?- Pregunta él.

            -La conozco, pero no sé…-

            -¿Perdón?-

           

            -Ah, quieres decir que la conoces pero qué no sabes dónde está.-

            Cierra los ojos diciendo. –Lo siento.-

            -No tienes por qué sentirlo.- Mira al fondo del pasillo pensando. –Me pregunto dónde estará.-

            -Quizá esté en la biblioteca.-

            -Ya está cerrada.- Dice él.

            -Pero la he visto salir bastante tarde, por la noche.-

            -Ah, ¿en serio? Gracias.-

            Se da la vuelta Laura y a los varios pasos se detiene. –Mmm…-

            -¿Sí?- Pregunta Lavith.

            -Sí…- Dice ella con tono muy bajo.

            -¿Sí?-

            … No dice nada ella.

            -¿Laura?-

            -No, nada. Olvídalo.- Dice ella con la mirada en otro lado.

            -Vale.-

            -Por favor, ve a buscarla.-

            -Sí, eso haré.-

            Laura se dirige a las escaleras. Así que el muchacho se dirige también a las escaleras al segundo piso. –Me pregunto que estaría haciendo aquí Laura. Sé que es un año mayor que yo, pero parece tan inocente y mona… No puedo dejarla sola. Quizá esté… Olvídalo. Debería ir a buscar a Sara.-

            Llega al segundo piso y está todo a oscuras. –No está aquí… ¿Estaré buscando donde toca? Sería prejuzgar demasiado imaginar que Sara debería estar en la biblioteca. Pero si la he conocido hoy… Es imposible predecir todas sus acciones. ¿Dónde podría haberse metido a estas horas? Seguro que no en un oscuro y desierto pasillo.-

            Sube a la azotea y las luces están apagadas. Lo único que le permite ver algo es el pálido fulgor de la luna. La oscuridad engulle toda la escuela. Las montañas parecen estar tintadas de negro.

            Detrás del muchacho se escucha a alguien acercándose. -¿Quién es?- Piensa.

            Se gira y mientras lo ve un poco lejos piensa. –Es David, ese chico que provenía de una familia muy rica. ¿Qué coño está haciendo en la azotea en mitad de la noche? Igual está dando una vuelta. No, no parece propio de él.-

            Se acerca a la valla y ve la entrada del edificio principal, está iluminada pero parece que no haya nadie por ahí.

            -Ya investigaré a David más adelante… Me pasaré por el gimnasio.-

            Llega al gimnasio, entra y enciende la luz. Todavía no ha encontrado a Sara. -Me pregunto qué tal le irá a María, se supone que tiene que venir aquí.-

            -¡Eh, Lavith!-

            Aparece María de las escaleras. –Y aquí está… otra vez.- Piensa él.

            -¿La has encontrado?-

            Niega con la cabeza. –No, todavía no.-

            -Pues vaya…-

            -Supongo que ella tampoco ha podido.- Piensa.

            Mira alrededor preguntando. -¿Estás segura?-

            -Sí. Además, la biblioteca está cerrada y…-

            -¿Y qué? ¿Has pensado en algún otro sitio?-

            -Umm… sí. Igual ha vuelto a la residencia.- Dice ella con duda.

            -Quizá tengas razón. ¿Por qué no vas y lo compruebas? Yo seguiré buscando por aquí.-

            -Entendido.-

            -Por cierto, tenéis teléfono en la residencia femenina, ¿no?- Pregunta Lavith.

            -Sí.-

            -Quizá esté llamando a sus padres.-

            -No lo creo.- Cierra ella los ojos y deja el gimnasio.

            -¿Está segura? Recuerdo que Sara apreciaba mucho a su hermana. Así que aunque no llame a sus padres, hay muchas posibilidades de que llame a su hermana. O igual le escribe. De todas formas, ¿dónde leches está Sara? Mmm… espera un momento. Recuerdo que Laura me dijo que había visto a Sara salir de la biblioteca en mitad de la noche. Sara va a menudo allí. Es posible que tenga su propia llave para poder entrar y salir cuando quiera. Debería buscar en la biblioteca.-

            Abandona el gimnasio y camina a la biblioteca. Al llevar a la rotonda a la entrada, percibe la silueta del edificio gracias a las luces parpadeantes del camino que lleva hasta la entrada.

            Coloca su mano en el pomo y lo gira abriendo la puerta. –Que raro, la puerta está abierta. Estoy seguro de que estaba cerrada hace un momento.-

            La biblioteca está completamente a oscuras. Pero alguien debe haber entrado. –Quizá Sara, o la señorita Sonia esté aquí. Echaré un vistazo.-

            Está todo muy silencioso, también está oscuro y hace frío. –No creo que una chica se acercase a este lugar sola. Pero no veo a la señorita Sonia. ¿Quién puede haber abierto la puerta?-

            Camina un poco y escucha un ruido extraño. -¿Qué ha sido eso? ¿La voz de alguien? ¿De dónde viene? De allí.-

            La luz del almacén está encendida. Sin duda, hay alguien dentro.