Día 1. Mediodía.
-Estoy cansado, debería ir a mi cuarto un rato.-
Antes de llegar a la residencia masculina para al pie de unas escaleras. Los servicios que utilizan los estudiantes están justo delante. Al lado, hay varios chicos hablando en un banco. Las escaleras son muy antiguas y se supone que no deben usarse, eso se debe a que son muy empinadas y es fácil resbalar por culpa del musgo que se formó hace tiempo. Además, cerca de ellas hay unas que construyeron recientemente. Si llegas tarde, es más rápido usar las viejas. Sin embargo, son bastante peligrosas, así que conviene usar las nuevas.
-Se supone que había una hoja informativa al respecto, pero los estudiantes la quitaron nada más ponerse junto a las escaleras.- Piensa mientras sube las escaleras para ir a su dormitorio.
-Hogar, dulce hogar.- Dice Lavith a la habitación vacía sentado en la cama, mientras se quita las zapatillas.
Descalzo, camina por el frío suelo hacia la ventana. Chirría al abrirse, entra aire otoñal, su piel está fría. Estarías calentito si no le hubiera dejado su chaqueta a la señorita Leticia.
-Debería recuperarla cuanto antes… En cualquier caso, tendría que limpiar un poco. Mañana haré lo que debo hacer.- Se tumba en la cama y mirando al techo piensa. –Eso es lo que me pidió mi tío. Tengo que averiguar cualquier problema que pase en la escuela. La definición de “problema” es ambigua, pero mi tío tampoco parecía saber de qué se trataba. O igual no estaba hablando en serio… en cualquier caso, es obvio que quería saber todos los secretos, no tengo fecha límite. Lo que debería decir que debería darme prisa. Un empresario como él no tiempo para malgastar.-
Se incorpora. –Aun así es fácil fraternizar con mi tío cuando hay alcohol de por medio. Tengo que mantenerlo todo en secreto, si ocurre algo, iré directo a él… Por ahora echaré un vistazo en la escuela; luego ya decidiré qué hacer.-
Sale al balcón. –Es malo para mi cuerpo… pero es una droga legal. ¿Qué es eso? No, nada… Empecé este mal vicio cuando tenía catorce o quince años. Me decían que no iban a pasar de los veinte. Que era mi destino. Así que pensé: “Vale, pues. Haré lo que me dé la gana.” Por fortuna, el médico siguió regañándome… lo que hizo que sobreviviese. El encargado de la mansión que también tenía el apellido de la familia… nunca dijo nada. Supongo que mi tío le ordenó que no lo hiciera…-
Mira al cielo gris pensando. –No sé cuándo enfermé. Quizás ya nací así. Ni siquiera sé por qué mi tío me adoptó, ni donde estuve viviendo antes de entrar en la mansión. Nunca me lo dijeron y tampoco es que recuerde nada. Es difícil imaginarlo ahora, pero tuve que permanecer en cama cuando era pequeño. Me mantenía entre la vida y la muerte cada vez que tenía un ataque. Y cada vez que sufría uno, me daban una cantidad de drogas inmensa. Cómo iba a saber nada de mí, si estaba siempre semiinconsciente. No recuerdo demasiado mi infancia antes de los ocho años. Los ataques que tenía entonces eran los peores… Menudo pasado más deprimente. Debería volver a la habitación.-
Entra en el dormitorio cerrando la ventana y se sienta en la cama. Agarra la libreta donde dibujó el mapa y arrancando la hoja dice. –Ahora será más cómodo llevarlo, lo guardaré en el bolsillo.- Se coloca las zapatillas y sale del dormitorio. Baja las escaleras y mira el mapa. –Mmm iré a la biblioteca a ver si averiguo algo en algún libro.-
Al llegar a la biblioteca escucha. -¿Tú también vas a la biblioteca?-
-¡Eh!- Dice Lavith al ver a Yuta.
-¿Qué?-
-Te he estado buscando por todas partes. ¿Dónde te habías metido?-
-¿Habíamos quedado o algo?- Pregunta Yuta bastante confuso.
-No, la verdad es que no.-
-Entonces, ¿por qué me gritas?-
-Pues porque…- Lavith se queda sin decir nada más.
… Se produce un silencio y dice Lavith. –Qué día tan bonito hace hoy.-
-¿Ha ocurrido algo?-
-Absolutamente nada. Ese es el problema.-
Bastante asombrado o atónito se queda Yuta mirándole.
-¿Sabes esos días en los que andas sin rumbo fijo, sin pensar en absolutamente nada? Y cuando crees que has llegado a algún sitio, resulta que estás justo donde habías empezado.-
-¿Cómo? ¿Te encuentras bien?-
Cambiando de tema Lavith pregunta. -¿Qué haces aquí?-
-H…He venido a devolver un libro.-
-¿Un libro? ¿Es que lees a menudo?-
… Yuta sigue mirándolo.
-¿Qué?-
-¿Te encuentras bien de verdad?-
-Si te soy sincero, creo que no soporto más esta vida…-
El rostro de Yuta se vuelve triste y con una sonrisa dice Lavith. –Me estoy quedando contigo, memo.-
Vuelve a sonreír Yuta. –Ah, menos mal…-
-Bah, vamos a dejarlo.- Piensa Lavith.
-Por un momento había pensado que estabas… ¡Achís!-
-Salud.- Dice Lavith ofreciéndole un pañuelo de papel. –Eh…-
-¿Sí?-
-¿Dónde venden ese perfume?-
-¿Por qué? ¿Te gusta?-
-Para nada, pero se está poniendo de moda. Todos lo llevan.-
-Ya. Pero no es perfume, es incienso.-
-¿Incienso?- Pregunta Lavith.
-Sí. El club de la ceremonia del té lo está repartiendo.-
-Entonces supongo que el club popular era ese.- Piensa recordando la larga fila de estudiantes.
-¿Lavith?-
-Perdona. Gracias por la información.-
-De nada.-
Se quedan los dos sin decir nada y sin moverse. -¿No vas a entrar?- Pregunta Lavith.
-Sí, es cierto.-
Yuta y Lavith entran dentro y se quedan en la recepción. De la bella estructura emana el olor de los libros viejos. Es una construcción de dos pisos con una inmensa lámpara de araña colgando del techo. Es enorme para una escuela normal. Parece como si el edificio se hubiera construido para otros propósitos.
-No hay mucha gente por aquí, ¿no?- Pregunta Lavith.
-Ya, pero así se está más tranquilo.-
-Hay tanta calma que hasta asusta.- Dice Lavith mirando a todas partes.
-¿Tú crees?-
-Sí.-
Avanzan un poco y ven a la señorita Sonia en el mostrador.
-Un momento, ¡espera!-
Se acerca Lavith al mostrador y con una sonrisa saluda Sonia. –Hola, Lavith.-
-Hola, ¿también eres la bibliotecaria?-
-Así es. No hay demasiado personal.-
-Eres muy trabajadora.-
-Gracias.- Se levanta de su asiento. –La biblioteca está abierta hasta las seis, así que puedes echar un vistazo.-
-¿Cuánta gente trabaja aquí?-
-Déjame pensar…- Se coloca el boli en el labio.
-Con que me lo digas a ojo, me vale.-
-No sé si debería facilitar ese tipo de información.-
-Va, venga.-
Se acerca ella a Lavith y casi rozando sus labios dice. –De acuerdo, pero es información confidencial.- Se aparta y sonríe un poco.
-Vale.-
-Que quede entre tú y yo.- Dice Sonia guiñando un ojo.
-Venga, vamos. Deja de tomarme el pelo.-
Se acerca Yuta diciendo. –No sabía que vosotros dos fuerais…-
-Ah, estás aquí.- Dice Lavith mirándolo.
-Sí, me has dejado ahí tirado.-
-Que mono.-
-Hola.- Dice Yuta mirando a Sonia.
-¿Cómo te llamas?- Dice Sonia sentándose en su silla.
-Mmm.-
-¿Yuta?- Pregunta Lavith.
-Me llamo Yuta Onoda.- Dice un poco distraído.
-Joder, Yuta, intenta parecer un poco más enérgico.-
-¿No he causado una buena primera impresión?-
-Bueno, no das la sensación de ser precisamente muy… vivaracho.-
-¿Tú crees?- Pregunta Yuta.
-Parecéis hermanitos.- Dice Sonia con una sonrisa.
Lavith la mira diciendo. –Debes estar de broma.-
-No, en serio.-
-Que triste…-
-Eres muy ruin.- Dice Yuta.
-¿Seguro que no lo sois?-
-Bueno, respecto a lo de los trabajadores de la biblioteca…-
-Ah, sí. Entonces será un secreto entre nosotros tres, ¿vale?-
-Vale.-
-No estoy demasiado segura, pero…-
-¿Pero?-
-Creo que soy la única por aquí con un título de bibliotecaria.-
El silencio lleva la sala. -¿Qué opinas?- Dice Sonia.
-No lo sé. ¿Qué piensas tú, Yuta?-
-Así que hay gente que trabaja sin ser titulada, ¿no?-
-Eso parece, ¿pero es legal?- Pregunta Lavith.
-No lo sé.-
-En cualquier caso, nadie sabe qué están haciendo, así que no puedo pedirles que me ayuden.-
-Ah.-
-También tengo estudiantes trabajando a media jornada, pero no saben ni colocar los libros correctamente.-
-¿Así que la pila de libros que tienes al lado es la prueba de lo duro que trabajas?- Pregunta Lavith.
-Ah, ¿estos?- Señala la pila de libros con el boli. –Son para la tesis que estoy preparando.-
…
-Te está insinuando que tiene que volver al trabajo, ¿verdad?-
-No le busques tres pies al gato.- Dice Lavith.
-En fin, voy a devolver el libro y a dar una vuelta por la biblioteca.-
-Vale. Yo creo que me iré.-
-¿Tan pronto?- Pregunta Sonia.
Afirma con la cabeza Lavith. –Sí, acabo de acordarme de algo.-
-Oh.-
-Si me disculpáis, ya nos veremos luego.-
-Nos vemos.- Se despide Yuta.
Se aleja y antes de abrir la puerta, mira atrás. Ve a Yuta devolviendo el libro en el mostrador. Es un libro enorme. El chaval tiene que ser una auténtica rata de biblioteca. Hay una sala de lectura al fondo.
-Quizá deba pasarme por el club de la ceremonia del té.-
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