Capítulo 49



            Camina un poco hacia el edificio principal. La gente está regresando a sus residencias. Además, parece que hay algo de jaleo en una esquina del pasillo de la planta baja.

            -Ey, esa es… Es Miriam, la hermana gemela de Lucía. Y está hablando con… Roberto. No puedo oírlo demasiado bien, pero no parece que sea una conversación muy amistosa.- Piensa Lavith mientras se acerca.

            -Después de Lucía, es el turno de Miriam. Aunque con su personalidad, dudo que esté en problemas. Pero es tan frágil… No puede ni andar recta… Pero por otra parte, ¿por qué debería ayudar a Miriam.- Vuelve a pensar el muchacho.

            Se acerca un poco más y sigue pensando. –Aunque es cierto que se puso a llorar sobre mis hombros en la sala de Lectura. Vale, vale. Le echare una mano. Pero si Roberto se pone chulito, tendré que recordarle quién es mi tío y no es algo que me gustaría hacer.-

            Avanza hacia ellos atravesando el patio y ve en el suelo una sombra rectangular acercarse al muchacho. -¡¡Pero qué…!! ¡Joder!-

            Justo cuando se dispone a avanzar, se escucha un fuerte estruendo.

            -¡¿Un escritorio?!-

            Hay un escritorio roto entre Roberto y Lavith.

            -¿Pero qué hostias…?- Piensa al ver el escritorio en el suelo.

            Todos alzan la vista al primer piso y ven a David mirando al patio. Baja las escaleras y se detiene encima del escritorio.

            -¿Ha sido él?- Piensa Lavith al encontrar sus ojos con los de David. -¿Ha sido él quien ha hecho esto?-

            Unos alumnos aparecen en el patio deteniéndose detrás de David. Son los que se enfrentaron ayer con Tommy.

            -¿Pero con quién pretenden luchar? ¿Conmigo?- Piensa Lavith al ver a todos.

            Roberto mirando al rededor pregunta. -¡¿Quién ha hecho esto?!-

            Se produce un silencio y piensa Lavith. –Parece que está mosqueado… Si Roberto está aquí, eso quiere decir…- Los ojos de él busca a Miriam. –Ahí está…-

            Se acerca a ella y la ve sin aliento, costándole respirar.

            -¿Estás bien?- Pregunta Lavith.

            Jadeando pregunta ella. -¿Quién… te ha preguntado?-

            -Vaya…-

            Se aleja un poco ella y se tropieza, pero logra sujetarla antes de que se caiga y pregunta. -¿Estás segura de que estás bien?-

            -Déjame ir, pervertido.- Dice ella con el rostro rojo.

            -Tienes fiebre. Deberías volver a casa.-

            -No tengo por qué escucharte.-

            Un silencio incómodo se hace presente en ellos, pero lo corta él disculpándose. –Siento lo de Sara, ¿vale?-

            -Es culpa mía, así que déjame ir.-

            -Si te suelto, te volverás a caer…- Dice Lavith.

            -Está bien, entonces chillaré.-

            -Vale, vale.-

            La suelta separando los brazos de ella y Miriam grita.
           
            -Pensaba que querías que te dejara ir.- Dice el muchacho.

            Ella respira agitadamente.

            -Yo ya te he soltado. Eres tú la que sigue sujeta a mí.- Dice él mientras mira como ella sigue agarrada.

            -Eres horrible.-

            -Ya, ya…-

            -Espera un momento… ¿Eres…?- Pregunta ella.

            -¿Qué?- Pregunta él confuso.

            Miriam agarra las gafas del muchacho y se las quita. –Idiota.- Dice él.

            Asombrada sin apartar la mirada del rostro de Lavith. –Vaya.-

            -Joder.- Se queja él apartando la mirada.

            El rostro de Miriam se ruboriza y pregunta él. -¿Qué?-

            Pero no responde, tan solo le mira hipnotizada.

            -Te dejaré de nuevo.-

            No hay ningún cambio en ella.

            -¿Me estás escuchando?- Pregunta Lavith.

            Al volver en si misma dice apartándose un poco. –Creo que ya puedo sostenerme en pie. ¿Puedes soltarme poco a poco?-

            -Mmm, vale…-

            El jaleo de antes parece calmarse y se van cada uno por su camino. El sol se oculta del todo y las luces del edificio principal se han encendido.

            -Aquí tienes las gafas.- Dice ella dándoselas.

            -Gracias.- Se las pone.

            Miriam se queda mirándolo y dice. –Ahora lo entiendo.-

            -¿El qué?-

            -Por fin entiendo a lo que se refería Lucía.- Dice ella con una sonrisa.

            -¿Qué es lo que te dijo?-

            -Vistes como un pervertido. No te habría confundido con uno de ellos si no fuese por ese corte de pelo y las gafas. Y nada de esto habría pasado.-

            -¿De qué estás hablando?-

            El rostro de felicidad se desvanece en ella diciendo. –Estás empezando a mosquearme otra vez…-

            -Oh.-

            -Me voy a casa… Y no, no necesito escolta.-

            -¿Ya te encuentras mejor?-

            -Sí, sobre todo conforme me voy enfadando.- Tras decir esto se van sin decir nada más.

            El muchacho se da media vuelta y se queda pensando con los ojos cerrados. –Menuda chica más rarita. Se estará convenciendo a si misma o algo.-

            -Ah, y…- Dice Miriam acercándose.

            -¿Qué?-

            -Lo siento.- Se despide otra vez.

            Mientras la ve alejarse vuelve a pensar. –Menudo cambio de actitud al verme sin las gafas. ¿De verdad me hacían parecer un pervertido? Nada que ver con lo que esperaba. Igual debería empezar a preocuparme por cómo me ven los demás. En cuyo caso, nada de esto habría pasado… Bah, a la mierda, creo que simplemente lo olvidaré.-

            Se dirige a su habitación para descansar y olvidarse de todos los problemas. Pero al llegar y tumbarse en la cama recuerda que tiene que atender las citas con la señorita Leticia y con la señorita Sonia.

            -Tengo que darme prisa. Pero, ¿a cuál debería visitar primero?-

            Abandona la residencia masculina y camina a paso ligero. Al llegar al campo principal, los últimos estudiantes estaban a punto de irse cuando ha llegado. Solo queda el área vacía. El viento ha dejado de soplar, pero el ambiente todavía está frío.

            -Eh, María…- Dice Lavith al verla cerca de un grupo de gente en el edificio principal.

            -… Lavith.- Saluda ella al cercarse al muchacho.

            -¿Qué, ya vuelves a estar enfadada?-

            -¿Por qué dices eso?-

            -Ah, me había dado esa impresión.- Responde él.

            Un poco molesta dice ella. –No deberías sacar tus propias conclusiones sobre cómo se sienten los demás.-

            -Vale, vale. ¿Qué tal va la pierna?-

            La sonrisa vuelve a María. –Ah, bien. Por suerte no era nada grave.-

            -Vaya, me alegro. Parece que puedes andar con normalidad. ¿Pero por qué no has ido a clases?-

            -Porque… la señorita Leticia me dijo que debía descansar.- Responde María.

            -¿Por qué?- Pregunta él algo confuso.

            -Estuve despierta toda la noche. Es un alivio que el incidente ya haya terminado.-

            -Sí… No sabía que apenas hubieras dormido.-

            -Sí, bueno. Últimamente me quedo estudiando después de las actividades extraescolares. Ah, sí. Me acabo de acordar.-

            -¿De qué?- Se sorprende un poco el muchacho.

            -Lavith, ¿no has estado por las pistas esta tarde?-

            Traga saliva e intenta disimular los nervios al recordar que le vio las tetas.

            -Tenía la sensación de que había alguien más, pero no me di cuenta en ese momento.-

            -Ah, te refieres a eso…- Cierra los ojos más relajado ya pensando. -¿Debería mentirle? No, espera… Si le diese por preguntar a los demás estudiantes que estuvieron allí podrían reconocerme con facilidad. No puedo decirle que no sé de lo que me habla. Quizá debería confesarlo.-

            -¿Lavith?- Pregunta ella llamando su atención.

            -Igual… era yo.-

            -¿En serio?- Pregunta ella confusa.

            -Sí… Pensé en decirte algo, pero estabas jugando con el perro, así que no quise molestarte.-

            María esboza una sonrisa. –Ah, ¿y me escuchaste hablar conmigo misma?-

            -¿Qué quieres decir? ¿Estabas hablando sosa?- Pregunta Lavith aún nervioso.

            -Bueno, ya sabes… Un poquito.-

            -¿Y sería algo malo que te hubiese escuchado?-

            -¡Pues claro! Es tan vergonzoso…- Dice ella ruborizada.

            -¿Eh?-

            -¿Qué?- Pregunta ella.

            -¿Mmmm? Oh, simplemente estaba…-

            -Ah, sí… Debería volver.- Interrumpe ella.

            -¿Y la cena?- Pregunta él.

            -Hay una cafetería en la residencia femenina.-

            -Es cierto. Menuda suerte tenéis.-

            -Y todavía me duele un poco la pierna.- Dice ella.

            -Lo siento. Ten cuidado.-

            -Gracias.- Se despide María y se dirige a la residencia femenina.

            … -Bueno, ¿A dónde voy primero?-

Capítulo 48



            Caminando llega a la puerta de entrada del edificio principal. Junto a la carretera está la biblioteca y el campo principal.

            -¿Quién es esa?- Pregunta Lavith al ver a alguien a lo lejos.

             Además, cerca de la carretera hay un arroyo situado al sur del pabellón alfa. Sara está de pie, en la orilla.

            -¿Qué estará haciendo?- Se acerca un poco. –Parece que está mirando algo fijamente… Estoy seguro de que es Sara. Aunque desde aquí no lo parece. Noto algo diferente en ella.-

            Se detiene a pensarlo un momento, pero sigue sin poder decir qué es lo diferente… Sara se gira y mira al joven. En cuanto comprueba que se dirige hacia él, empieza a ponerse nervioso.

            -Hola, Lavith.- Saluda Sara.
           
            -Hola.-

            -¿Qué tal estás?-

            Lavith no dice nada, se queda contemplando el rostro sonriente de ella.

            -¿Lavith?- Pregunta ella.

            -Tirando.- Responde el joven.

            -Quería hacerte una pregunta.-

            -¿Qué?-

            -Es sobre “La tierra del más allá”. Me dijiste que su autor escribió otras cosas, ¿no?-

            Afirma con la cabeza Lavith. –Sí.-

            -¿De qué conocías ese libro?-

            -Lo encontré en la casa donde solía vivir, nada más. No es que los coleccione.- Dice Lavith.

            -Ah… Por eso sabes tanto.-

            -Sí…-

            Se produce un silencio y piensa de forma dubitativa. –Esta es Sara, ¿no?-

            -Tengo que irme…- Dice Sara.

            Se gira ella pero la detiene Lavith diciendo. –Por cierto, te dejaste la novela en la sala de lectura.-

            -Oh, es verdad. Luego iré a por ella.-

            -Es importante, ¿no?- Pregunta él.

            Sara no responde a la pregunta pero dice. –Tengo que irme.-

            -¡Ya lo sé!- Piensa Lavith.

            Tras marcharse, se da cuenta de qué era lo que veía extraño.

            -Hoy está demasiado tranquila. Parecía como si estuviese hablando con otra persona… Igual está practicando para alguna clase de interpretación. Pero he notado otra cosa diferente… no sabría decir qué ahora mismo… Pero ya caeré luego.-

            Caminando sin rumbo intentando averiguar lo diferente de Sara. Llega al gimnasio, se acerca a la puerta y escucha una voz.

            Una mujer riéndose un poco dice. -¡Ah! Detente.-

            -¿Qué?- Piensa Lavith.

            -Quieta. Me tengo que ir.-

            Entra el muchacho y no ve a nadie. Da unos pasos preguntando. -¿Hay alguien ahí?-

            -Ups.- Dice la voz de mujer.

            Se produce un silencio y piensa Lavith. -¿Quién es?-

            Un cascabel tintinea. Una gata negra aparece detrás de las escaleras.

            -¿Qué estás haciendo?- Pregunta él.

            -Ah, eres tú.- Dice Ágata al salir de detrás de las escaleras.

            -¡Eh, tú!- “Saluda” Lavith.

            -Tengo un nombre, ¿lo sabías? Me llamo Ágata Anekohji.-

            -Ugh. En cuanto escucho su voz, un escalofrío recorre toda mi espalda. No sé por qué, pero me resulta difícil respirar. Es algo extraño.- Piensa él.

            -Ya nos habíamos presentado antes, ¿no?- Dice ella.

            -Sí, Ágata.-

            -Que grosero por tu parte llamarme así.-

            -¡Pero si has sido tú la que ha dicho que lo hiciera!-

            Ella no dice nada y el cuerpo de Lavith se estremece.

            -Por algún motivo, esta chica me da miedo.- Piensa él.

            -Bueno, supongo que es mejor que “tú”.-

            De repente, los temores de él desaparecen y suspira.

            El rostro de Ágata vuelve a ser serio. –No le digas a nadie que me has visto por aquí, ¿vale?- Vuelve a esbozar la sonrisa y se acerca mucho al muchacho y le susurra. –Me enteraré enseguida si lo haces.- Abandona el gimnasio.

            -Ahh… Uhh…- Jadea y piensa. -¿Qué me está pasando?- Vuelve a jadear y pensar. –Son sus ojos, debe ser algo instintivo.-

            Un cascabel tintinea. La gata maúlla.

            -Sé que me estás diciendo que parezco un tonto…- Dice mirando a la gata y piensa. –Ágata… Anekohji…-

            Deja el gimnasio y vuelve a la enfermería para ver si ha llegado la señorita Leticia.

            Toc, toc.

            -No, la señorita Leticia no está aquí. Ya volveré luego.-

            Se dirige a las escaleras para llegar a la azotea a ver si la encuentra. Al llegar al segundo piso se encuentra con un montón de gente haciendo cola delante del club de la ceremonia del té.

            Llega a la puerta pensando. –Ya es casi hora de limpiar, echare un vistazo dentro.- Abre la puerta y se encuentra con Lucía.

            -¡Hola!- Saluda Lavith.

            -Oh, Lavith.- Saluda ella.

            -¿He llegado demasiado tarde? Supongo que sigues con tus cosas.-

            Cierra los ojos y con su tono suave responde. –No quería dar a entender eso. Pero me sabe mal que cada vez que vengas esté demasiado ocupada para hablar contigo.-

            -No te preocupes. He venido porque quería. No me gustaría molestarte.-

            -Nunca molestas.- Esboza ella una sonrisa.

            Algo sorprendido dice Lavith. -¿En serio? Por cierto…-

            -¿Sí?-

            -¿Vienes de una familia adinerada?-

            Sorprendida por la pregunta de él, pregunta. -¿Cómo?-

            -Desde que te conocí, tu forma de actuar y de hablar me ha dado a entender eso.-

            -¿Crees que soy rica?-

            -¿No es así?-

            -Nunca me lo había planteado, pero igual tienes razón.-

            -Pues la verdad es que sí parece que nunca lo ha pensado.- Piensa Lavith.

            -¿Y qué me dices de ti, Lavith?-

            -Bueno… Yo solía vivir en una mansión…-

            -¿Solías?- Interrumpe Lucía preguntando.

            -Fui adoptado, por decirlo de alguna manera, así que…-

            El rostro de Lucía se pone triste.

            -¡Eh! ¿Por qué pones esa cara tan triste?- Pregunta el muchacho.

            -Lo siento.-

            -En vez de hacer eso, ¿por qué no me animas con tu gran sonrisa? Me pone muy contento verte sonreír.-

            Asombrada ella pregunta. -¿Qué?-

            -Sobre todo cuando pareces indiferente y, de pronto, sonríes.-

            -No soy indiferente.-

            -Lo siento, no quería que lo vieses así.- Se disculpa Lavith.

            Lucía no dice nada, tan solo mira el suelo.

            -¿He herido tus sentimientos?- Pregunta él.

            -No, para nada…-

            -Entonces, ¿qué ocurre?-

            Vuelve a quedarse en silencio.

            -¿Lucía?-

            Casi sollozando, Lucía dice. –No estoy acostumbrada a este tipo de cosas.-

            -Je, se ha puesto roja.- Piensa al ver el rostro ruborizado de ella.

            -Tengo que seguir trabajando.- Dice ella.

            -Adelante. Me iré ahora.- Se gira para abrir la puerta y se escucha.

            -Qué vergüenza…-
           
            Vuelve a mirarla preguntando. -¿Vergüenza por qué?-

            -Ah, de nada…-

            -Vale.-

            -Adiós…- Se despide ella.

            Al salir y caminar a las escaleras, piensa. –Lucía… Vega… Hace mucho tiempo conocía una chica como ella. Quizá en sueños. Después de todo, cuando era pequeño, estaba siempre en cama.-

            Llega a la azotea y no encuentra a nadie. Solo se escucha al viento soplar. Así que baja las escaleras hasta la planta baja y abandona el pabellón alfa.

Capítulo 47



Noche.

            Se detiene frente a la biblioteca. Ve a Roberto y  a David hablando en la fuente central de la rotonda…

            -¿No habían estado hablando también esta mañana?- Piensa Lavith.

            Parece que David está gritando a Roberto, que está de pie con los brazos cruzados.

            -Roberto se parece mucho más a un profesor de Educación Física que a uno de arte… Algo va mal, hay algo en ellos que me da mala espina. ¿A dónde van ahora? Han terminado de hablar antes de que pudiera espiar su conversación. Roberto se dirige a la biblioteca y David al campo principal.-

            Se esconde en el aparcamiento y espera que pase Roberto. Al rato sale entre los coches.

            Entra en la biblioteca a seguirlo y se queda en la recepción. –Se supone que Roberto ha estado aquí.-

            Camina un poco por ahí, pero solo ve a unos pocos estudiantes. El mostrador está vacío, así que se dirige a la sala de lectura. –Aquí no hay nadie.-

            Mira a los lados y algo le llama la atención. -¿Mmmm?-

            Encima de la mesa hay un enorme libro finamente ornamentado. –“La tierra del más allá”. ¿Se lo habrá dejado Sara aquí?-

            Lo recoge y lo mira detenidamente. –Hace ya tela que lo leí. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi en la pequeña biblioteca de mi tío.-

            En cuanto lo abre, nota el olor característico de los libros viejos. –Esta novela es un cuento de hadas clásico. Hay un Dios y hadas. Todos viven en un precioso mundo sin Luna. El tema no era nada del otro mundo, no recuerdo los detalles porque hace mucho que lo leí. El autor fue alguien famoso… “A.S. Leedinger” no era para nada un escritor. He oído que fue un arquitecto, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Y de repente, de mayor, comenzó a despuntar. Era considerado un genio en su disciplina. Pero no duró demasiado, acabó echándose gasolina encima y ardió hasta la muerte. Y fue eso lo que lo hizo aún más famoso. Era especialmente popular en el mundo del ocultismo. En vida, escribió sólo unos pocos libros. “La tierra del más allá”, un manual de arquitectura y… el último fue uno de magia. Alguien lo tradujo hace veinte años y lo publicó bajo su nombre. Me resultó bastante sorprendente que Sara tuviera este libro. ¿Quién lo tradujo?-

            Busca en las primeras páginas. –Ah, aquí lo debe poner.-

            Al pasar unas páginas comprueba que Ruki Anekohji fue el traductor. -¿En serio? Menuda sorpresa, el fundador de la escuela. Eso explica que mi tío, que no tiene ningún interés en el ocultismo, lo tuviera en la estantería… No sé demasiado de Ruki Anekohji. La familia Anekohji solía regir el área de la Montaña del Cazador y Ruki fue su último descendiente. Fue un filósofo irritable, pero era un entusiasta de la educación, así que fundó esta escuela y estableció un sistema de enseñanza bien estructurado. Nunca llegó a contraer matrimonio, pero adoptó a una chica que se casaría luego con mi tío. Era conocido como un famoso folclorista, pero con el paso del tiempo no volvió a salir nunca de las montañas. Y allí permaneció hasta su muerte. Su mansión, situada en algún punto de esta montaña, ardió hace dieciocho años, fue entonces cuando murió. Tradujo un libro de ocultismo, lo publicó con su propio dinero y murió igual que el autor del libro. Fue un folclorista y sus antepasados unos sacerdotes. Posiblemente mi tío no tenga ningún interés en esto…-

            Vuelve a dejar el libro en la mesa. Tras pensarlo un poco, decide ocultarlo en una de las estanterías. –Así nadie podrá robarlo…-

            Esconde el libro en una estantería alejada y haciendo hueco con algo de fuerzas para meterlo. –Debería irme, pero tengo que buscar a la señorita Leticia.-

            Abandona la biblioteca y llega al pabellón alfa. Abre las puertas y se encuentra el pasillo a oscuras. Enciende las luces y se acerca a la enfermería.

            Toc, toc.

            … -La señorita Leticia no está aquí. Ya volveré luego… un momento, la azotea.-

            Caminando por el primer piso no ve a ningún estudiante. Pero parece que sí hay alguien en la sala de arte. Se puede oír a dos personas hablando. Acerca el oído a la puerta para escuchar.

            -Laura y… ¿quién más?- Piensa-

            Pone la mano en el pomo e intenta girarlo lentamente, pero está cerrada la puerta. Así que vuelve a pegar la oreja contra la puerta para escuchar atentamente.

            -Son Laura y Tommy.- Vuelve a pensar el muchacho.

            -¿Qué quieres decir?- Pregunta Laura.

            -Lo que acabo de decir.- Dice Tommy con tono suave.

            Con algo de miedo pregunta ella. -¿Me odias?-



            -¡No! Es solo que pierdo el control cuando estoy contigo.-   Dice Tommy para tranquilizarla. –Ya sabes a lo que me refiero. Tú también asistes a ese cursillo. Quiero librarme de esta maldición. Si estoy contigo, no creo que pueda hacerlo.-

            -¿Quieres decir que te estoy volviendo loco?-

            -No me mires así; tú no tienes nada que ver. Es todo culpa mía. Si seguimos juntos, sé que acabaré haciéndote daño.- Dice Tommy.

            Una silla cae…

            -¡No!- Dice Laura quejándose.

            -La… Laura…-

            -Eso no me va a convencer. No me importa para nada tu comportamiento. Sé que me quieres cuando te pones celoso. Y eso me hace feliz.

            -Laura…-

            Alguien se mueve y respira profundamente.

            -Bésame.- Dice Laura.

            -Laura…-

            -Por favor…-

            Aparta la oreja de la puerta pensando. –Me iré antes de que se enteren.-

            Sigue caminando hasta las escaleras. –Así que esa es la historia… Extraño…- La imagen de Laura sonriendo le viene a la mente. -¿Qué tiene de raro? Es algo normal… Así que estaba celoso. Debería irme del primer piso cuanto antes.-

            Al llegar al segundo piso mira el reloj y se da cuenta de que se está haciendo tarde, pero todavía queda un montón de gente aquí fuera.

            -Parece que hay una gripe en el aire, pero por lo que veo, seguro que me han colado una trola. Parecen todos tan amenazadores.- Piensa mientras los mira. –Es irónico que la gente trate de conseguir el “aroma” para aliviar estrés… Y que haciendo cola se agobien cada vez más.-

            Llega a la azotea al atardecer. Por el día ha hecho calor, pero ahora el viento está comenzando a refrescar. Tras un rápido vistazo no encuentra a la señorita Leticia. Baja las escaleras y sale del pabellón alfa. Así que se dirige al edificio principal y ve algunos estudiantes en chándal atajando por el jardín Luna.

            -Parece que han terminado. Hoy hay menos gente que ayer a esta misma hora. ¿Será por el resfriado que pulula por ahí?- Piensa al verlos.

            Se queda esperando a que pasen todos y mira el patio sentado en un banco. –Me encanta esta vista al atardecer…-

            El oscuro contorno de la gente desaparece, dejando únicamente la larga sombra del pilar, difuminada en la pulida superficie del suelo. La imagen evoca en un refinado museo de arte.

            -Parece que los bedeles todavía no han empezado a trabajar. Seguiré caminando.-

            Llega a las pistas y no ve a nadie. Los clubs atléticos ya han terminado sus actividades y María debe haberse ido hace rato.

            -¿Eh?- Nota que algo se mueve cerca de la valla.

            En cuanto se acerca un poco más se da cuenta de que es Saburo. Lo sigue hasta que empieza a dolerle la cabeza y sufrir náuseas. No se detiene y cruza tambaleante la maleza.

            -Un perro con semejante sentido del olfato… Quizás el aire de esta zona sea muy peculiar. Hasta ahora me he quedado parado en los peores sitios. Vale, creo que lo mejor será atravesarlo corriendo sin parar.-

            Saburo se ha ocultado entre los arbustos, por lo que está fuera del campo de visión del muchacho.

            -Será mejor que lo siga.-

            … Tras un rato, Lavith se queda sin aliento.

            -No debería haber pensado en semejantes estupideces. Demasiado… difícil.-

            Acaba en un lugar que le resulta extrañamente familiar y se escucha el crujido de una rama. Lavith continúa luchando por respirar… Empieza a encontrarse mal y se apoya en un árbol cercano.

            -No debería haber llegado tan lejos. Y ni siquiera Saburo está aquí… Mi horrible condición está empeorando, afectando a mi juicio. Uff… ¿Pero hay siquiera algo por aquí?-

            -Sí, yo.- Responde una voz de mujer.

            Asustado al no ver quien es pregunta. -¡¿Quién anda ahí?!-

            Una chica aparece donde el muchacho. Este se queda mirándola; largo vestido negro parecido al de novia y escotado. La luna brilla sobre su piel un poco pálida mostrando su pelo castaño liso hasta la cintura.

            Un poco extrañado dice Lavith. –Eh, tú eres del club de teatro… No sabía que practicaseis por esta zona.-

            -¿Qué? ¿Lo dices en serio?- Pregunta ella.

            -¿Eh? Oh, yo. Esto…-

            El muchacho no puede aguantar el dolor, así que se sienta en la base de un árbol.

            -Fiu… Estoy bastante jodido.-

            -Es bastante difícil para alguien que se arrastra llegar tan lejos. En tu condición, cada vez te costará más seguir adelante.-

            -Huele como si… hubiese algún… tipo de gas extraño.-

            -Esto es propiedad privada; aquí hacemos lo que queremos.- Dice ella con tono serio y los brazos cruzados.

            -Ya… ya veo. Permíteme… presentarme… Me llamo… Lavith.-

            -Hablas como si tuvieses mucho tiempo a tu disposición. ¿Tienes la cara azul y pretendes presentarte formalmente?-

            -Estoy bien… Ya me he acostumbrado…-

            -Me llamo Ágata. Ágata Anekohji.- Se presenta ella.

            Asombrado pregunta Lavith. -¿Qué?-

            -¿Voy a tener que repetirlo?-

            -No, es solo que… Anekohji es…-

            Termina ella la frase. –El propietario original de las tierras de tu escuela.-

            -Pero… Uh…-

            -De todas formas, estás en una propiedad privada. Como no veo ningún signo de hostilidad en ti, te dejaré marchar por esta vez. ¡Y ahora, largo!- Se da media vuelta y comienza a caminar. Pero la detiene Lavith

            -¿Eh? ¡Espera un momento! No puedes abandonar a su suerte a una persona enferma en un lugar como este…-

            -Has sido tú quien ha decidido adentrarse hasta aquí.-

            -Eh, ya…- Dice Lavith bajando el tono de la voz.

            -Si te alejas, mejorarás.- Con esto último se va Ágata.

            -Tengo la piel de gallina.- Piensa él.

            Lavith está sin aliento. –Me encuentro… hecho una mierda. Tengo que… escapar echando leches… de este lugar.-

            Trata de recobrarse y salir de ahí lo más rápido posible.

            … -Parece que he regresado a la entrada. Pensaba que… iba a acabar fiambre. ¿Podría ser… gas? ¡El hecho de que sea una propiedad privada no significa que puedan rociar productos químicos por toda el área! Me pregunto por qué no afectaba a Saburo.-

            Vuelve a las pistas y se sienta a calmarse.