Capítulo 41


            Baja las escaleras hasta el segundo piso. Aquí se encuentra el club de la ceremonia del té. Lucía Vega no está. Baja al primer piso.

            -¿Qué?- Piensa.

            Hay una chica y está sola, es Laura.

            -Hola, Laura.-

            -Hola.- Saluda con una sonrisa.

            -¿Qué estás haciendo?- Pregunta él, pero de repente le viene imágenes fugaces; el sueño de antes. -¿Qué es esta sensación? El sueño me viene repentinamente a la memoria. Siento vergüenza. Laura no sabe nada de él, pero me pareció tan realista que me he sonrojado.- Piensa.

            Laura le mira, cierra los ojos y se sonroja. -¿Por qué se ha puesto colorada? De todas formas, siento que me estoy acercando a ella.- Piensa él.

            -Lo siento, no quería molestarte.- Dice Lavith.

            ... Laura dice algo apenas un susurro.

            -¿Qué? ¿Qué es lo que has dicho?-

            Abre los ojos y vuelve a sonreír preguntando. -¿Puedo hacer algo por ti?-

            -Bueno… Mmmm…-

            -¿Sí?- Pregunta ella.

            -Ya no recuerdo lo que iba a preguntar.- Se vuelve a sonrojar y piensa. –Estoy confuso por el sueño. Además, se está haciendo tarde. No quiero decir nada estúpido. Me estoy poniendo nervioso. ¿Qué debería decir?-

            -¿Estás bien?- Pregunta Laura acercándose y tocándole la frente.

            -Ahh…- Abre los ojos más por los nervios pensando. –Estoy empezando a sentirme extraño. He olvidado algo, algo importante, pero como si hubiese pasado hace mucho tiempo.-

            Se produce un silencio y él en un momento recupera la compostura y se tranquiliza de nuevo.

            -Mmm…-

            -¿Sí?- Pregunta Laura.

            -Nada.-

            ¿Seguro?- Se escucha a alguien detrás de él.

            -¿Eh?-

            Tommy se coloca al lado de Laura y con su porte de “importante”. –Últimamente nos vemos mucho, Lavith.-

            -Ah, Tommy.-

            -Es tu segundo día, pero parece que ya te has acostumbrado a esta escuela.-

            Lavith mira a Laura, que esta está triste, vuelve a mirar a Tommy. -¿De verdad crees eso?-

            -Sí, Veo que ya conoces a Laura.- La mira como esperando algo de ella.

            -Sí. Tan solo me estaba preguntando qué hacía en este piso. Pensaba que no venía nadie por aquí.- Dice Lavith.

            -Es cierto. Nadie usa estas clases especiales. Pero Laura viene aquí porque la sala de arte está en este piso.-

            -¿Laura está en el club de arte?- Piensa.

            -Mmm…- Dice Laura un poco molesta.

            -¿Qué pasa?- Pregunta Tommy.

            -Tengo que irme.-

            -Vaya, lo siento. Nos vemos luego.-

            -Vale.- Se despide Laura y deja el pasillo entrando en una habitación. Debe ser la sala de arte.

            -¿Sabías que pintaba cuadros?- Pregunta Tommy.

            -No, no tenía idea.- Responde

            -Ah, pensaba que sí.-

            -¿Qué?-

            … -No, nada. Olvídalo.- Se retira Tommy hasta las escaleras y las sube.

            El muchacho se dirige a la sala de arte. Laura debería de estar. Ha entrado en ella hace un momento…

            -Voy a pasar, la puerta está abierta.- Piensa.

            Abre la puerta con delicadeza diciendo. –Con permiso…-

            Las ventanas y las cortinas están cerradas. La luz que emiten las bombillas es bastante débil. Hay muchos cuadros y maniquíes.

            -Así que esta es la sala de arte.- Piensa mirando a todos lados.

            Laura está pintando un cuadro en mitad de la polvorienta habitación. Su mano está en continuo movimiento. Su mano y el cuadro son uno.

            -Hola, Laura.-

            No dice nada, ni se detiene, parece concentrada.

            -Quizá debería volver luego.-

            Vuelve al pasillo y baja las escaleras.

            -¡Eh, Lavith!- Saluda Roberto.

            -Ese gilipollas otra vez.- Piensa al verle.

            -He oído lo de esta mañana.-

            -Déjame en paz.- Vuelve a pensar.

            -Fuiste tras el preso después de oír los disparos. Maldita sea, eres valiente.-

            -¿De qué está hablando este tío?- Piensa.

            -Yendo tú solo y todo.-

            … -Ah, claro. No le he dicho a nadie que iba con María.- Vuelve a pensar.

            -¡Pero di algo, heroe!-

            -Realmente no fue para tanto.-

            -Eres muy modesto, Lavith. No puedo creer que fueras tras un tío con una pistola. Yo hubiera salido corriendo. O eres un profesional o sabes mucho sobre armas, porque hace falta saber de eso para enfrentarse a alguien así. En cualquier caso, tienes agallas. O quizá solo seas idiota.-

            -¿Eso es todo lo que tienes que decir?- Piensa Lavith.

            -¿Por qué no fuiste en busca de ayuda? Como los profesores, o a la policía.-

            -Sé que fui un poco precipitado, pero es que María… Bueno.- Piensa.

            -En fin, en cualquier caso… Lo interesante del caso es que…- Dice mientras mira su reloj. –Ups, ya han comenzado las clases.-

            -Tiene los ojos clavados en mí justo ahora. ¿No sé da cuenta de que es un perdedor y tiene cara de culo?-

            -Lavith… Como suponía, nunca eres puntual.-

            Suspira el muchacho.

            -Puedes suspirar todo lo que quieras. Quizá sepas qué es lo que quiero, pero eso no cambiará nada. Después de todo, no me han echado. Y nunca lo harán. Por supuesto, a ti tampoco. Pero… Quizá pienses que no puedo influir en tus notas, pero eso no es así. Yo escribo las recomendaciones a los estudiantes, ¿sabes? Si tus notan bajan, también lo hará tu reputación. Nadie te creerá. Y cuando eso pase, te tendré en la palma de mi mano.-

            -¡Pero menuda mierda que está hecho este pavo!- Piensa el muchacho.

            -Tengo ganas. Ese día llegará tarde o temprano. Si no quieres que te expulsen, tienes que empezar a aprender a lamer culos. Por supuesto, también hay otros métodos, ¿sabes? A no ser que tengas relación con el decano. Aunque es una pérdida de tiempo.-

            Roberto se ríe de forma “malévola” mientras se dirige al despacho del decano.

            -Soy un familiar suyo. ¡Bah, ¿y qué más da?!-

            Abandona el pabellón alfa.y entra en la cafetería.

            … Miguel Ángel pasa por el lado de Lavith.

            -Ah, buenas tard…- Dice Lavith, pero no le hace caso. –Sin saludar siquiera.-

            El hombre deja la cafería. –Me contengo, aunque me ha jodido tela. ¿Igual he comido demasiado?... Ahora que lo pienso, desde que estoy aquí he perdido el apetito. Tampoco solía comer mucho, pero hoy no he tomado nada en todo el día. Compré un panecillo, pero ya que estoy aquí, debería comer algo.- Piensa.

            Se va a la maquina y saca algo.

            -Eh, Lavith.-

            -¡Yuta! Cuánto tiempo sin verte.-

            -¿Tanto ha pasado?- Pregunta muy sonriente.

            -Es un decir, tío. Relájate. Tengo la sensación de que no serviría de nada mencionar lo que ocurrió anoche.- Piensa.

            -Eh, ¿cómo te has hecho eso?- Pregunta Lavith al verle a Yuta un moratón en la mejilla.

            -Ah, ¿esto? Un gilipollas estaba tratando mal a Saburo. Le di una buena lección.-

            -¿Saburo?- Ah, el perro. Desde luego estás disfrutando tus días de juventud… ¿Le diste fuerte?-

            -Je, je.-

            Lavith extrañado no dice nada.

            -¡Venga, tío! Pues claro. Le di una paliza… Una TREMENDA paliza.- Dice Yuta.

            -Vaya.-

            -¿Creías que había huido?-

            Lavith no dice nada.

            -Le dije a Saburo que no se pasase por allí si no era para comer, así que estará bien.-

            -Bastante impresionante… Realmente entiende lo que dice su dueño.-

            Yuta se pone serio y dice. –No hay relación de superioridad entre Saburo y yo. Somos iguales. Incluso podría decirse que él está por encima de mí.-

            -Cuando hablas de esas cosas te pones muy serio.-

            Vuelve a sonreír. -¿De verdad? No me había fijado.-

            -Quiero decir que nunca había conocido a alguien que se creyese inferior a su perro.-

            -Yo tampoco… ¡Achís!-

            Se suena la nariz y continúa. –Mierda… Mira que me jode estar así. Parece como si fuera a tener esta maldita fiebre todo el año.-

            -Qué extraño. No parece que me afecte el “aroma”.- Dice Lavith.

            -Tío, no es justo. Eres el único que está a salvo.- Dice Yuta.

            -Ya me llegará el momento.-

            Yuta mira el pañuelo de Lavith. –Ese pañuelo… ¿Tiene algún tipo de poder?-

            -Venga…- Lo saca y piensa. –Entonces, ¿afecta esto a la efectividad del “aroma”? Pero, ¿qué efectividad ni que hostias? No tengo ni idea.-

            -¿Lavith?-

            -No lo sé…-
           

            -¿Qué?-

            -Estaba hablando solo… Estoy lleno. Nos vemos.- Dice Lavith.

            -¿Eh? ¿Ya te has tomado la comida?- Pregunta Yuta sorprendido.

            -Pues sí, ¡y delante de tus narices!-

            -Vaya…- Dice Yuta triste.

            -Adiós…- Se despide Lavith, dejándolo solo.

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