Capítulo 43


            -Me despejaré un poco fuera y veré si está María en las pistas.-

            Deja el pabellón alfa y suspira al cerrar la puerta. Pone rumbo a las pistas. Al pasar por el gimnasio ve a María con la ropa deportiva.

            -Eh… Es María, está jugando con Saburo. No ha ido a clase, pero si al club.- Piensa mientras le mira como sonríe.

            Al mirar alrededor observa a los demás moviéndose pero ella es la única de todos los estudiantes que está quieta. –Hoy debe haber una excursión…- Piensa.

            Mira la venda que tiene en el tobillo y piensa. –Sí, se ha torcido el tobillo… Parece que está mejorando. Me alegra ver que hasta puede andar. Qué chica más disciplinada, es capaz de mantener la calma del incidente de esta mañana. De todas formas, parece que su herida que tanto me preocupaba no es para tanto. Eso me tranquiliza… ¿Y ahora, adónde? Veré sigue durmiendo Leticia.-

            De camino a la azotea del pabellón alfa escucha una voz detrás del muchacho cerca del club de la ceremonia del té. -¿También quieres unirte al club?-

            -¿Qué?- Se gira para ver quien es y reconoce a Tommy.

            -En este piso están todos los clubs no atléticos. ¿Has encontrado alguno de tu interés?-

            -¿Qué club acabas de visitar?- Pregunta Lavith.

            -Ah, el de la ceremonia del té.-

            -Eso quiere decir…-

            -No, no estoy apuntado. He ido en calidad de presidente del Consejo Estudiantil.-

            -Entonces, ¿en qué club estás?-

            -Ah, ¿no lo sabías? No voy nunca, así que es comprensible.-

            -¿Y bien?- Pregunta Lavith un poco molesto.

            -Estoy en le club de arte.-

            -¿En el de arte? ¿Con Laura?- Pregunta sorprendido.

            -Sí. Posiblemente ella sea la única activa del club. Por cierto, sobre lo de hace un momento…-

            -¿Hace un momento?- Pregunta Lavith pensativo.

            -Pensaba que había herido tus sentimientos.-

            -¿Qué?-

            -Al entrometerme mientras hablabas con Laura.-

            -Ah. No, no me ha importado en absoluto.-

            -Lo siento mucho. Sé que he sobrerreaccionado.- Dice Tommy.

            -… ¿”Sobrerreaccionado”?-

            -No puedo evitar perder los estribos cuando se trata de Laura.-

            Tommy mira Lavith y continúa.-Lo siento. No sé ni lo que estoy diciendo… Olvídalo. Gracias de todas formas. Has hecho que me decidiera.-

            -¿Perdón?- Pregunta Lavith algo confuso.

            -Gracias. Tengo que irme.-

            Tommy abandona el piso dejando al chaval solo. -¿Decidirse? ¿A qué se refiere con eso? No puedo creer que Tommy esté en el club de arte. Y Roberto debe ser el orientador del club, no me molaría nada entrar ahí dentro.- Piensa.

            Se dirige a la azotea. No hace viento… Está nublado, pero no hace frío. Nota el calorcito del Sol filtrándose a través de las blancas nubes. Leticia ya no está en el banco.

            Llega a la planta baja y se acerca a la enfermería. Toc, toc. Tras una pausa vuelve a tocar pero sigue sin respuesta. Así que sale afuera.

            De camino a las pistas, para a descansar en la planta baja del edificio principal. Cierra los ojos para suspirar y al abrirlos ve a Lucía en el primer piso. -¿Todavía no ha ido al club de la ceremonia del té?- Piensa mientras sube al primer piso.

            Pero al llegar, escucha en el ala oeste. -¡Eh, Vega!-

            Se gira para ver quien es; Miguel Ángel. –Ese es… el chico de la oficina.- Piensa Lavith.

            -¿Qué pasa? No se te ve muy alegre.- Dice Miguel Ángel.

            Lucía tan solo cierra los ojos y pregunta Miguel Ángel. -¿Tienes algo en mente? Podría aconsejarte, si no te importa.-

            -Ahora lo recuerdo… Se llama Miguel Ángel.- Piensa.

            -No, gracias.- Dice Lucía.

            -A veces, Vega, en momento de dificultad es de gran ayuda hablar con alguien.-

            -Desde luego da una impresión distinta a lo de ayer. Cuando lo vi ayer, y hace un rato en la cafetería, parecía un tanto perdido.- Piensa Lavith.

            Lucía sigue sin hablar y sigue con los ojos cerrados. –Vamos, podrías aprender algo. Dime qué te preocupa.-

            -Ya te lo he dicho… No es nada.- Dice Lucía.

            -Está bien. No te voy a obligar a ello.-

            Estando Miguel Ángel en el pasillo, Lucía se aleja rápidamente pasando junto a Lavith, pero sin darse cuenta de su presencia. -… ¿Fue así de sincera antes? Mmm…-

            Baja a la planta baja al no tener nada que hacer ahí, así que prosigue su camino a las pistas. Al llegar no encuentra a María. -¿Habrán terminado?-

            Al darse media vuelta piensa en la biblioteca, sería una buena forma de averiguar algo. Cuando llega a la rotonda de enfrente escucha. -¡Eh, Lavith!- Se gira para ver quien es y ve a Yuta acercarse.

            -¿Qué? ¿Vas a volver a la biblioteca?- Pregunta Lavith.

            Cruzan la carretera. –Sí. Todavía me quedan libros por devolver.- Responde Yuta.

            -¿Qué clases de libros lees?-

            -Mmm… Cualquiera que no sea demasiado complicado.-

            -Entonces debes leer un montón.-

            -En realidad no… He visto un par de libros en mi habitación que tengo que devolver.-

            -¿Hace tiempo que tendrías que haberlo hecho?- Pregunta Lavith.

            Ruborizado y con la mirada en el suelo, responde. –Sí…-

            -¿Y la señorita Sonia no se enfada?-

            … Se produce un ligero silencio. -¿La señorita Sonia?-

            -Sí… ¿Qué pasa?-

            -¿Qué?-

            -Actúas de forma extraña cada vez que la menciono. ¿Te cae mal?-

            Con una sonrisa, responde Yuta. –No, no es eso.-

            -¿Seguro? Parece como si la odiases.-

            … Yuta suspira.

            -Lo has vuelto a hacer.- Dice Lavith.

            -Ya sabes, la vida está llena de circunstancias extrañas…-

            Al escucharle, Lavith esboza una sonrisa y comienza a reírse. Pero Yuta serio dice. –Eh, no es algo para cachondearse.-

            -Me río por lo serio que te has puesto.-

            -Olvídalo. Me ves solo como un crío.- Dice Yuta bastante molesto.

            -Ups, no tendría que haberlo hecho.- Piensa y al mirarle lo molesto que está dice. –Lo siento. No te enfades.-

            … Yuta no dice nada, tan solo lo mira.

            -No quería decir eso. Vamos, que anoche te bebiste casi todo el alcohol que tenía.-

            -Tienes razón. Aunque también estaba bastante bueno.-

            -Entonces te toca perdonarme.-

            -Mmm… Vale, pero tienes que enseñarme tu cara sin gafas.-

            Los ojos del muchacho se abren un poco más. -¿Por qué?-

            -Porque lo odio.- Contesta Yuta.

            -… Qué chico más majo. Gilipollas.-

            -Deprisa.-

            Da un suspiro Lavith diciendo. –Está bien. Mira.-

            Se quita las gafas y mira a Yuta que comienza a sonrojarse. –Mmm…- Gime mientras aparta la mirada Yuta.

            -¡Eh!-

            -¿Qué?-

            -¿Por qué te has sonrojado?- Pregunta Lavith.

            -Me recuerdas a alguien.-

            El muchacho se vuelve a poner las gafas.

            -Sí. Pero es normal.-

            -¿A quién te he recordado?- Pregunta Lavith.

            -Alguien que conocí hace mucho tiempo.-

            Los dos se quedan en silencio. Yuta sonríe preguntando. –Me estaba preguntando… ¿por qué no quieres enseñar la cara y siempre llevas esas gafas?-

            -Por muchas razones. Concretamente, anoche…- Responde Lavith.

            -¿Cómo por ejemplo?-

            -Es un secreto. De todas formas, ¿qué te ocurre con la señorita Sonia?-

            -Ah, ¿con ella?-

            -Sí, claro.-

            -Nada.-

            Entrecierra los ojos Lavith esperando que le diga la verdad.

            -Tan solo que me siento algo tenso en su presencia. Y tampoco me gusta su perfume.-

            -¿Es por eso por lo que has suspirado?-

            -Eso es por otra cosa. Nunca recuerda mi nombre, aunque se lo haya dicho el día anterior.-

            -Ajá. Así que te toca presentarte otra vez.-

            -Eso mismo.- Dice Yuta desanimado.

            -¿Y qué tiene que ver eso con las circunstancias extrañas de la vida?- Pregunta Lavith.

            -¿Qué? Bueno, pasaron un montón de cosas, y empecé a sentirme un poco nervioso con la señorita Sonia. Es algo difícil de explicar.-

            -Está bien. Creo que me hago una idea.-

            … -¿Tú no lees ningún libro?- Pregunta Yuta cambiando de tema.

            -¿Yo? Sí, claro. Es como una afición.-

            -¿Tanto lees?- Pregunta Yuta sorprendido.

            -Sólo últimamente.-

            -¿Qué clase de libros te gustan más?-

            -Ninguno en especial. Mi tío tenía montañas de ellos.-

            -Por cierto, ¿Cuáles son tus pasatiempos?- Pregunta Lavith.

            -Me gusta ver películas.-

            -¿Películas? He oído que no hay canales de televisión en las cercanías.-

            -Por eso tengo mi propio reproductor de video.-

            -Oh. Ya me lo enseñarás algún día.-

            -Claro. Mmm… Tengo que irme.-

            -Nos vemos luego.-

            Yuta entra a la biblioteca.

Capítulo 42


            Se dirige a las pistas para ver si está María, pero no la encuentra y en el paseo ve a un perro. Se acerca a él.

            -Ah, Saburo está aquí.-

            Saburo es el amigo perruno de Yuta.

            -¡Eh, Saburo!-

            El perro se gira, al ver al muchacho ladra y se va donde él.

            -Espera, no hagas eso.-

            Comienza a lamer a Lavith por todos lados.

            -Eh, quieto.-

            Saburo se apoya en sus piernas traseras y trata de saltar encima de él. Al saltar, Lavith lo agarra. En cuanto comprueba la piel que hay debajo de su pelaje, se da cuenta de que tiene muchísimas heridas.

            -¿Quién te ha hecho esto?-

            Algunas son recientes. Saburo ladra.   

            -No deberías vagar por aquí. Ya eres viejo.-

            Ladra de nuevo.

            -¿Me estás escuchando?-

            Responde con un ladrido.

            -Ya, ya… Tuve un perro como tú hace mucho tiempo.-

            Ladra de nuevo.

            -No era realmente mío, pero jugábamos juntos todo el tiempo. Estaba en primaria, pero… siempre estaba enfermo, así que nunca iba a clase. No me encontraba así de mal por aquel entonces. No lo recuerdo muy bien. Pero recuerdo al perro. ¿Cómo lo llamaba? No tenía tantos ataques, así que los médicos me dejaron salir afuera, pero siempre tenía enfermeras cerca. A menudo me escapaba de la mansión. No podía alejarme mucho de allí porque mi salud no era tan buena como ahora. El perro también se coló en la residencia un montón de veces, pero cada vez que lo pillaban lo acababan echando. Era muy cariñoso conmigo, y jugaba muy a menudo con él… También recuerdo… fue entonces cuando conocí a María. Era una estudiante de instituto que vivía cerca de la zona. Su personalidad era como la de María de esta escuela, además de tener la misma apariencia… Se preocupaba mucho por mí. Siempre le agradeceré que cuidara al niño mimado que era. Cuando mi saludo mejoró, me permitieron salir. Y ella siempre estaba a mi lado. Era muy amable, aunque siempre me reñía cuando soltaba tacos. Era muy popular en el vecindario. Me sentía superior a los demás por tenerla toda para mí. Era un tanto repelente…-

            Saburo olisque a Lavith

            -Buen chico. Pero nada de lamer, ¿eh?-

            Ladra Saburo.

            -Eh, para.-

            Saburo vuelve a ladrar.

            -Cállate. Estábamos siempre juntos, ¿lo sabías? Yo, María y aquel perro… Pero ya era viejo cuando lo conocí, murió al año siguiente. Fue solo un mes después de que empezase a vivir con la familia de María… Mis recuerdos empezaron a desaparecer tras su muerte y volví a tener ataques frecuentemente. Así que, una vez más, me impidieron  salir al exterior. Odiaba estar solo, más que morir por los ataques. Mi tío permitió a María que pudiera venir a verme. El mismo día de cada semana, me visitaba para estar junto a mí. Lástima, no recuerdo muchos detalles, pero recuerdo algunas cosas… ¿Cuándo fue? Cuando María dejó de visitarme. Normalmente, cuando no podía venir… enviaba a alguien para que me lo dijeses de antemano. Pero aquel día, nadie me dijo nada. No sabía cuándo iba a tener otro ataque, pero me daba igual. Traté de escaparme de casa para ir a visitar a María… Recuerdo que el viento soplaba con fuerza. Dejé la casa solo… y…-

            El corazón del muchacho late con fuerza.

            … Saburo ladra fuerte.

            -¿Qué…?-

            El perro trata de llamar la atención de Lavith. –No pasa nada, estoy atolondrado… Por algún motivo, he perdido todos los recuerdos de aquel día en el camino a la escuela. Más tarde me enteré de que aquella vez tuve mi último pero más intenso ataque. Me llevaron en ambulancia a uno de los hospitales más grandes del país. Volví a la conciencia en un mes o así. Y poco a poco me recuperé, el médico dijo que había sido un milagro. No sé si como consecuencia, pero… cuando me pude mover de nuevo, María y su familia se mudaron. Ni si quiera me dijo adiós. No la he vuelto a ver desde entonces… Lamento haberte contado una historia tan larga.-

            Ladra Saburo.

            -Es culpa tuya. Me has hecho recordar todo eso.-

            Vuelve a ladrar.

            -¿Eh, qué?- De repente, Saburo se va.

            Los ojos del muchacho siguen al perro que se adentra lentamente en el bosque. –Quizá estaba esperando a que se acabase mi historia…-

            Se incorpora del suelo, se sacudo un poco el uniforme. Una chica de su edad pasa por su lado, le mira de forma extraña al muchacho.

            -Debo tener cara de violador o algo, joder…-

            Llega a los servicios de la residencia masculina.

            -¿David?- Piensa.

            Detrás de los servicios públicos surge un tipo que parece un asesor financiero. Acaba de salir de la parte posterior del edificio.

            David mira al muchacho y apartando la mirada dice. –Tú otra vez…-

            -¿Qué?-

            -Cállate… Cuida tu lengua. No somos amigos, ¿lo pillas?-

            -Ah, ¿no me digas?-

            -Sí… Olvida lo de ayer, y yo también lo olvidaré, ¿vale?-

            -Lo de ayer… Oh, ¿te refieres a cuando estabas potando en la biblioteca?- Pregunta Lavith.

            Bastante molesto dice David. –Sí, eso. Olvídalo. Si lo haces, dejaré de molestarte.-

            -¿Me estás… amenazando?-

            Los ojos fríos cargados de emociones de David le producen un escalofrío en la espalda. –Este tipo… debe estar acostumbrado a entornos algo chungos.- Piensa.

            Sin intención de ceder, forcejean con la vista. David es el que acaba mirando a otro lado.

            -Haz lo que quieras, imbécil.- Abandona los servicios públicos David.

            -Por lo menos no he visto a más niños pijos como él por aquí… ¿Detrás del cuarto de baño?- Piensa.

            Se dirige detrás de los servicios. No hay demasiado espacio para que una persona pase por ahí. –Es demasiado angosto. Mmm… ¿Qué es eso?- Detrás del edificio hay un pequeño espacio. Rodeado por arbustos, es imposible verlo desde fuera. –Huele algo raro aquí detrás… Ya veo. Así que aquí es donde viene la gente a fumar. Es un lugar muy bien pensado.-

            Vuelve al camino. –Es bastante jodido llegar ahí, pero está muy bien oculto. Aunque la gente que lo conozca te podría encontrar… Supongo que me iré.-

            Vuelve a su habitación a descansar. –Tengo que averiguar el contenido de la botella, así sabré por qué me sentía así. Pero joder, pedirme a cambio… ayudarle a ordenar los archivos. No puedo olvidar mi compromiso de esta noche con la señorita Leticia. Tengo que ir a la enfermería en cuanto se haga de noche. Y tengo que encontrar a Lucía y pedirle los nombres de todos los miembros del club de la ceremonia del té…-

            Cierra los ojos dando un suspiro, se levanta y deja la residencia.

            De camino al pabellón alfa, se encuentra a dos chicas hablando. Son Sara y Lucía. –Anoche no me fijé… ¿Son amigas?- Piensa.

            -Bueno, no estoy demasiado interesada en ese tipo de cosas.- Dice Sara.

            -¿De verdad? Creía que te entusiasmaría.- Dice Lucía un poco desilusionada.

            -¿Qué te hacía pensar eso?-

            -Había oído que te encantaban los libros.-

            -¿Qué tienen que ver los libros con el club de la ceremonia del té?- Pregunta Sara.

            -Los dos requieren el uso de la imaginación… Tanto el “té” como el “aroma” requieren de muy buena imaginación. Lógicamente, pensé que te atraería.- Dice Lucía.

            Sara cierra los ojos pensando. –Mmm…-

            -¿Por qué no vienes aunque sea solo una vez?-

            Con la sonrisa responde Sara. –Pues… ¡lo siento, pero no puede ser! Tengo bastante trabajo en la biblioteca, ¿sabes?-

            -Oh.-

            -Pero gracias por preguntar. ¡Nos vemos!-

            Sara deja sola a Lucía que cierra los ojos. -… Lástima.-

            -Parecía que estaba reclutando a gente para el club de la ceremonia del té. Lucía estaba intentando convencerla… Pero vaya momento más raro para hacerlo…- Piensa viendo alejarse Lucía.

            Se dirige al pabellón alfa y sube las escaleras. –Aquí está la sala de arte, veré qué tal le va.-

            Entra y ve a Laura pintando un cuadro. –No debería molestarla.- Piensa él.

            -¡Eh!- Saluda él.

            -¿Sí?-

            -¿Por qué has venido?-

            -¿Por qué me preguntas eso tan de repente?- Piensa él.

            Sus manos siguen en movimiento mientras habla.

            -¿Por qué me lo preguntas?- Pregunta y tras mirar sus suaves movimientos piensa. –No puedo decirle que no puedo dejar de pensar en ella.-

            -¿Te gustan los cuadros?-

            -Sí, pero solo contemplarlos.-

            -¿En serio? Yo lo odio.-

            … -¿Qué?- Pregunta el muchacho sorprendido.

            -Odio ambas cosas. Tanto pintarlos como contemplarlos. Y ahora me preguntarás, “¿por qué pintas, entonces?”, ¿no?-

            -Sip.-

            -Te lo diré. Porque es el único momento en el que puedo librarme del dolor.-

            -¿Dolor?- Pregunta él.

            -Sí, dolor. El dolor de la espera… Por eso. ¿Y bien? ¿Qué piensas?-

            -¿Qué esperas que diga?-

            Los dos se quedan en silencio y piensa Lavith. –Menudo tema de conversación más extraño…-

            -¿Y qué me dices de ti?- Pregunta ella.

            -No hacía más que pensar que mi tiempo se iba a agotar tarde o temprano. Y odiaba la forma en que transcurría. Era tan ingenuo…-

            -¿Pensabas así de pequeño?-

            -Sí. No he tenido una infancia normal.-

            El muchacho espera un poco, pero ella sigue concentrada en el cuadro. -¿Qué debería hacer?- Piensa.

            -Lo siento, pero…- Dice Laura.

            -Vale.-

            -Lo siento.-

            -No, no pasa nada.-

            Sale de la habitación.

Capítulo 41


            Baja las escaleras hasta el segundo piso. Aquí se encuentra el club de la ceremonia del té. Lucía Vega no está. Baja al primer piso.

            -¿Qué?- Piensa.

            Hay una chica y está sola, es Laura.

            -Hola, Laura.-

            -Hola.- Saluda con una sonrisa.

            -¿Qué estás haciendo?- Pregunta él, pero de repente le viene imágenes fugaces; el sueño de antes. -¿Qué es esta sensación? El sueño me viene repentinamente a la memoria. Siento vergüenza. Laura no sabe nada de él, pero me pareció tan realista que me he sonrojado.- Piensa.

            Laura le mira, cierra los ojos y se sonroja. -¿Por qué se ha puesto colorada? De todas formas, siento que me estoy acercando a ella.- Piensa él.

            -Lo siento, no quería molestarte.- Dice Lavith.

            ... Laura dice algo apenas un susurro.

            -¿Qué? ¿Qué es lo que has dicho?-

            Abre los ojos y vuelve a sonreír preguntando. -¿Puedo hacer algo por ti?-

            -Bueno… Mmmm…-

            -¿Sí?- Pregunta ella.

            -Ya no recuerdo lo que iba a preguntar.- Se vuelve a sonrojar y piensa. –Estoy confuso por el sueño. Además, se está haciendo tarde. No quiero decir nada estúpido. Me estoy poniendo nervioso. ¿Qué debería decir?-

            -¿Estás bien?- Pregunta Laura acercándose y tocándole la frente.

            -Ahh…- Abre los ojos más por los nervios pensando. –Estoy empezando a sentirme extraño. He olvidado algo, algo importante, pero como si hubiese pasado hace mucho tiempo.-

            Se produce un silencio y él en un momento recupera la compostura y se tranquiliza de nuevo.

            -Mmm…-

            -¿Sí?- Pregunta Laura.

            -Nada.-

            ¿Seguro?- Se escucha a alguien detrás de él.

            -¿Eh?-

            Tommy se coloca al lado de Laura y con su porte de “importante”. –Últimamente nos vemos mucho, Lavith.-

            -Ah, Tommy.-

            -Es tu segundo día, pero parece que ya te has acostumbrado a esta escuela.-

            Lavith mira a Laura, que esta está triste, vuelve a mirar a Tommy. -¿De verdad crees eso?-

            -Sí, Veo que ya conoces a Laura.- La mira como esperando algo de ella.

            -Sí. Tan solo me estaba preguntando qué hacía en este piso. Pensaba que no venía nadie por aquí.- Dice Lavith.

            -Es cierto. Nadie usa estas clases especiales. Pero Laura viene aquí porque la sala de arte está en este piso.-

            -¿Laura está en el club de arte?- Piensa.

            -Mmm…- Dice Laura un poco molesta.

            -¿Qué pasa?- Pregunta Tommy.

            -Tengo que irme.-

            -Vaya, lo siento. Nos vemos luego.-

            -Vale.- Se despide Laura y deja el pasillo entrando en una habitación. Debe ser la sala de arte.

            -¿Sabías que pintaba cuadros?- Pregunta Tommy.

            -No, no tenía idea.- Responde

            -Ah, pensaba que sí.-

            -¿Qué?-

            … -No, nada. Olvídalo.- Se retira Tommy hasta las escaleras y las sube.

            El muchacho se dirige a la sala de arte. Laura debería de estar. Ha entrado en ella hace un momento…

            -Voy a pasar, la puerta está abierta.- Piensa.

            Abre la puerta con delicadeza diciendo. –Con permiso…-

            Las ventanas y las cortinas están cerradas. La luz que emiten las bombillas es bastante débil. Hay muchos cuadros y maniquíes.

            -Así que esta es la sala de arte.- Piensa mirando a todos lados.

            Laura está pintando un cuadro en mitad de la polvorienta habitación. Su mano está en continuo movimiento. Su mano y el cuadro son uno.

            -Hola, Laura.-

            No dice nada, ni se detiene, parece concentrada.

            -Quizá debería volver luego.-

            Vuelve al pasillo y baja las escaleras.

            -¡Eh, Lavith!- Saluda Roberto.

            -Ese gilipollas otra vez.- Piensa al verle.

            -He oído lo de esta mañana.-

            -Déjame en paz.- Vuelve a pensar.

            -Fuiste tras el preso después de oír los disparos. Maldita sea, eres valiente.-

            -¿De qué está hablando este tío?- Piensa.

            -Yendo tú solo y todo.-

            … -Ah, claro. No le he dicho a nadie que iba con María.- Vuelve a pensar.

            -¡Pero di algo, heroe!-

            -Realmente no fue para tanto.-

            -Eres muy modesto, Lavith. No puedo creer que fueras tras un tío con una pistola. Yo hubiera salido corriendo. O eres un profesional o sabes mucho sobre armas, porque hace falta saber de eso para enfrentarse a alguien así. En cualquier caso, tienes agallas. O quizá solo seas idiota.-

            -¿Eso es todo lo que tienes que decir?- Piensa Lavith.

            -¿Por qué no fuiste en busca de ayuda? Como los profesores, o a la policía.-

            -Sé que fui un poco precipitado, pero es que María… Bueno.- Piensa.

            -En fin, en cualquier caso… Lo interesante del caso es que…- Dice mientras mira su reloj. –Ups, ya han comenzado las clases.-

            -Tiene los ojos clavados en mí justo ahora. ¿No sé da cuenta de que es un perdedor y tiene cara de culo?-

            -Lavith… Como suponía, nunca eres puntual.-

            Suspira el muchacho.

            -Puedes suspirar todo lo que quieras. Quizá sepas qué es lo que quiero, pero eso no cambiará nada. Después de todo, no me han echado. Y nunca lo harán. Por supuesto, a ti tampoco. Pero… Quizá pienses que no puedo influir en tus notas, pero eso no es así. Yo escribo las recomendaciones a los estudiantes, ¿sabes? Si tus notan bajan, también lo hará tu reputación. Nadie te creerá. Y cuando eso pase, te tendré en la palma de mi mano.-

            -¡Pero menuda mierda que está hecho este pavo!- Piensa el muchacho.

            -Tengo ganas. Ese día llegará tarde o temprano. Si no quieres que te expulsen, tienes que empezar a aprender a lamer culos. Por supuesto, también hay otros métodos, ¿sabes? A no ser que tengas relación con el decano. Aunque es una pérdida de tiempo.-

            Roberto se ríe de forma “malévola” mientras se dirige al despacho del decano.

            -Soy un familiar suyo. ¡Bah, ¿y qué más da?!-

            Abandona el pabellón alfa.y entra en la cafetería.

            … Miguel Ángel pasa por el lado de Lavith.

            -Ah, buenas tard…- Dice Lavith, pero no le hace caso. –Sin saludar siquiera.-

            El hombre deja la cafería. –Me contengo, aunque me ha jodido tela. ¿Igual he comido demasiado?... Ahora que lo pienso, desde que estoy aquí he perdido el apetito. Tampoco solía comer mucho, pero hoy no he tomado nada en todo el día. Compré un panecillo, pero ya que estoy aquí, debería comer algo.- Piensa.

            Se va a la maquina y saca algo.

            -Eh, Lavith.-

            -¡Yuta! Cuánto tiempo sin verte.-

            -¿Tanto ha pasado?- Pregunta muy sonriente.

            -Es un decir, tío. Relájate. Tengo la sensación de que no serviría de nada mencionar lo que ocurrió anoche.- Piensa.

            -Eh, ¿cómo te has hecho eso?- Pregunta Lavith al verle a Yuta un moratón en la mejilla.

            -Ah, ¿esto? Un gilipollas estaba tratando mal a Saburo. Le di una buena lección.-

            -¿Saburo?- Ah, el perro. Desde luego estás disfrutando tus días de juventud… ¿Le diste fuerte?-

            -Je, je.-

            Lavith extrañado no dice nada.

            -¡Venga, tío! Pues claro. Le di una paliza… Una TREMENDA paliza.- Dice Yuta.

            -Vaya.-

            -¿Creías que había huido?-

            Lavith no dice nada.

            -Le dije a Saburo que no se pasase por allí si no era para comer, así que estará bien.-

            -Bastante impresionante… Realmente entiende lo que dice su dueño.-

            Yuta se pone serio y dice. –No hay relación de superioridad entre Saburo y yo. Somos iguales. Incluso podría decirse que él está por encima de mí.-

            -Cuando hablas de esas cosas te pones muy serio.-

            Vuelve a sonreír. -¿De verdad? No me había fijado.-

            -Quiero decir que nunca había conocido a alguien que se creyese inferior a su perro.-

            -Yo tampoco… ¡Achís!-

            Se suena la nariz y continúa. –Mierda… Mira que me jode estar así. Parece como si fuera a tener esta maldita fiebre todo el año.-

            -Qué extraño. No parece que me afecte el “aroma”.- Dice Lavith.

            -Tío, no es justo. Eres el único que está a salvo.- Dice Yuta.

            -Ya me llegará el momento.-

            Yuta mira el pañuelo de Lavith. –Ese pañuelo… ¿Tiene algún tipo de poder?-

            -Venga…- Lo saca y piensa. –Entonces, ¿afecta esto a la efectividad del “aroma”? Pero, ¿qué efectividad ni que hostias? No tengo ni idea.-

            -¿Lavith?-

            -No lo sé…-
           

            -¿Qué?-

            -Estaba hablando solo… Estoy lleno. Nos vemos.- Dice Lavith.

            -¿Eh? ¿Ya te has tomado la comida?- Pregunta Yuta sorprendido.

            -Pues sí, ¡y delante de tus narices!-

            -Vaya…- Dice Yuta triste.

            -Adiós…- Se despide Lavith, dejándolo solo.