Capítulo 37


            Consiguen llegar a la planta baja del pabellón alfa. –Por fin… hemos… llegado.- Dice Lavith jadeando.

            -Es impresionante que me hayas podido traer hasta aquí.-

            -Bueno, pesas… bastante, pero estás herida…-

            -Perdona, pero ¿podrías dejar de repetir lo del peso?-

            -Au, au… ¡Ay!- Vuelve a pegarle.

            -¿Por qué dices cosas que pueden meterte en problemas si eres incapaz de defenderte?-

            -Cállate… Eh, esta es la enfermería. Tengo las manos ocupadas, así que llama tú.-

            -Bueno, ya hemos llegado. Puedes dejarme en el suelo.-

            -Ah, sí.- La deja en el suelo con cuidado.

            … Se recupera un poco el muchacho. –No quiero volver a hacer algo de penoso nunca más.- Dice Lavith recuperando el aliento.

            -¿En serio? Por las cosas que decías antes, parecía que lo estuvieras disfrutando.-

            -Pero eso era al principio… Si estuviera más fuerte otro gallo hubiera cantado.-

            -Lo que yo decía. Has disfrutado, ¿a qué sí?-

            -Mmm… No es justo. Era una pregunta trampa.-

            Apartando la mirada del muchacho dice María. –Todos los hombres sois iguales.-

            -Venga, cállate.- Dice él mientras toca en la puerta.

            Toc, Toc.

            La mira preguntando. -¿Pero estás bien?-

            -Sí, mientras no sigas dándome patadas.- Responde ella.

            -¿Darte patadas? Nunca te he hecho eso.-

            -Vaya, pues yo tengo la impresión de que antes me has dado una bien fuerte.-

            -Es lo que pasa cuando intentas convencerte a ti misma de que estás bien.-

            -Bah, cállate.- Dice María bastante enfadada.

            -¿Ves? Sabes que te duele el pie, pero haces como si no pasara nada.-

            -No me duele cuando me quedo quieta.- Dice ella tocándose el pie.

            -¿Lo tienes muy hinchado?- Se agacha para tocarlo.

            -¡Espera! ¡Eso duele! ¡Ay!-

            -¡Vamos, no me jodas!-

            Una voz detrás de ellos pregunta. -¿Qué estáis haciendo?-

            -¿Eh?-

            Se giran los dos y piensa él. –Es la señorita Leticia. Creo que la hemos despertado o algo. No tiene buena cara.-

            Se asoma un poco Leticia viendo a los dos. -¿Qué comedia estáis montando delante de mi despacho? ¡Por Dios, es muy temprano!-

            -No tienes buena cara, señorita Leticia.- Dice él.

            -Al grano, que tengo gente esperando aquí dentro.-

            Lavith mira fijamente la cara de Leticia pensando. –Esta mujer da miedo.- Pero mira a María diciendo. –María se ha hecho daño en el pie.-

            -Oh…-

            -Sí, me caí por las escaleras.-

            Leticia mira al muchacho. -¿Y qué te pasa a ti, Lavith? Estás sudando como un cerdo.-

            -Oh, esto…-

            -Ejem.- Dice María.

            -He ido a correr un rato, nada más.- Responde él.

            … -De acuerdo, entrad.-

            -Yo me tengo que ir, he de ir al despacho del decano.-

            -De acuerdo.-

            -Señorita García… La persona que está ahí tumbada, ¿es una chica?- Pregunta María.

            -¿Y qué?- Pregunta él.

            No responde María y se produce un ligero silencio y lo interrumpe él diciendo. –Bueno, me tengo que ir. Ah, por cierto…-

            -¿Sí?- Pregunta María.

            -Cuéntaselo tú a la señorita Leticia, ¿vale?-

            -Vale.- Dice María.

            -¿Contarme qué?-

            -Hasta luego.-

            Se dirige a la puerta del despacho del decano.

            Toc Toc.

            -¿Sí?-

            -Fiu, parece que hoy está.- Dice él en voz baja.

            Abre la puerta. Entra dentro y ve a Sonia y le saluda. –Vaya, eres tú, Lavith.-

            -Buenos días, señorita Sonia.- Dice mirando el suelo.

            -Vamos, deja de mirar al suelo. Esta vez no hay botellas.- Dice Sonia con una sonrisa.

            -Eso espero.-

            -Buenos días, Lavith.-

            -¿Va a venir hoy el decano?-

            -Sí, deberías poder verle a lo largo de la tarde. ¿Por qué?-

            -Si fuera posible, me gustaría hablar con él… Nada más.-

            -¿Sobre qué?- Pregunta Sonia.

            -Sobre algo que ha ocurrido hace un rato. He oído disparos entre el camino a la residencia femenina y el pabellón alfa.-

            -¿Ah, sí?-

            … -Sí. Disparos.-

            -Comprendo.-

            -¿No deberíamos llamar a la policía lo antes posible?-

            -Ya lo hemos hecho.-

            -¿Cómo?-

            -Llamaron de la residencia femenina hace un momento, así que ya hemos mandado a un guardia. Hemos informado a la policía en cuanto nos lo han dicho, así que no te preocupes.-

            -Vaya, ¿ya os han avisado?-

            -Pero de todos modos, gracias por contármelo. Demuestras mucha madurez.- Dice Sonia con una sonrisa pícara.

            -Lo único que se me ha ocurrido es venir aquí… En cualquier caso, ¿podrá apañárselas un solo guardia?-

            -Será solamente hasta que llegue la policía. No hay nada de lo que preocuparse. Y si se diera el caso de que la situación empeorara se evacuaría enseguida la zona.-

            -Ya veo.-

            -Así que hasta que eso ocurra, continúa acudiendo a tus clases. Si sucediera cualquier otra cosa, te informaríamos enseguida.-

            -¿Debería mantenerlo en secreto para evitar que cunda el pánico?-

            -Exactamente. Eres un chico muy avispado.-

            -De acuerdo. No se lo comentaré a nadie.- Dice Lavith.

            -Perfecto.-

            -Imagino que debería marcharme.-

            -Por cierto. ¿No han empezado ya las clases? ¿qué estabas haciendo por ahí?-

            -Pues, bueeeno…-

            -Ya veo.- Vuelve a sonreír de forma pícara.

            -No, no, no es nada de eso.-

            -¿Entonces?- Pregunta Sonia.

            -Es que me he quedado dormido, nada más… Por el bien de ambos, vamos a dejar este tema.-

            -De acuerdo. ¿Quieres que te llame cuando venga el decano?-

            -No, no hace falta.- Niega él.

            -De acuerdo, te veré después.-

            -Adiós.-

            … Sale del despacho del decano. –Bueno, no hay nada más que pueda hacer… Y ahora, ¿qué excusa puedo inventarme para justificar mi tardanza?-

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