Consiguen llegar a la planta baja del pabellón alfa. –Por fin… hemos… llegado.- Dice Lavith jadeando.
-Es impresionante que me hayas podido traer hasta aquí.-
-Bueno, pesas… bastante, pero estás herida…-
-Perdona, pero ¿podrías dejar de repetir lo del peso?-
-Au, au… ¡Ay!- Vuelve a pegarle.
-¿Por qué dices cosas que pueden meterte en problemas si eres incapaz de defenderte?-
-Cállate… Eh, esta es la enfermería. Tengo las manos ocupadas, así que llama tú.-
-Bueno, ya hemos llegado. Puedes dejarme en el suelo.-
-Ah, sí.- La deja en el suelo con cuidado.
… Se recupera un poco el muchacho. –No quiero volver a hacer algo de penoso nunca más.- Dice Lavith recuperando el aliento.
-¿En serio? Por las cosas que decías antes, parecía que lo estuvieras disfrutando.-
-Pero eso era al principio… Si estuviera más fuerte otro gallo hubiera cantado.-
-Lo que yo decía. Has disfrutado, ¿a qué sí?-
-Mmm… No es justo. Era una pregunta trampa.-
Apartando la mirada del muchacho dice María. –Todos los hombres sois iguales.-
-Venga, cállate.- Dice él mientras toca en la puerta.
Toc, Toc.
La mira preguntando. -¿Pero estás bien?-
-Sí, mientras no sigas dándome patadas.- Responde ella.
-¿Darte patadas? Nunca te he hecho eso.-
-Vaya, pues yo tengo la impresión de que antes me has dado una bien fuerte.-
-Es lo que pasa cuando intentas convencerte a ti misma de que estás bien.-
-Bah, cállate.- Dice María bastante enfadada.
-¿Ves? Sabes que te duele el pie, pero haces como si no pasara nada.-
-No me duele cuando me quedo quieta.- Dice ella tocándose el pie.
-¿Lo tienes muy hinchado?- Se agacha para tocarlo.
-¡Espera! ¡Eso duele! ¡Ay!-
-¡Vamos, no me jodas!-
Una voz detrás de ellos pregunta. -¿Qué estáis haciendo?-
-¿Eh?-
Se giran los dos y piensa él. –Es la señorita Leticia. Creo que la hemos despertado o algo. No tiene buena cara.-
Se asoma un poco Leticia viendo a los dos. -¿Qué comedia estáis montando delante de mi despacho? ¡Por Dios, es muy temprano!-
-No tienes buena cara, señorita Leticia.- Dice él.
-Al grano, que tengo gente esperando aquí dentro.-
Lavith mira fijamente la cara de Leticia pensando. –Esta mujer da miedo.- Pero mira a María diciendo. –María se ha hecho daño en el pie.-
-Oh…-
-Sí, me caí por las escaleras.-
Leticia mira al muchacho. -¿Y qué te pasa a ti, Lavith? Estás sudando como un cerdo.-
-Oh, esto…-
-Ejem.- Dice María.
-He ido a correr un rato, nada más.- Responde él.
… -De acuerdo, entrad.-
-Yo me tengo que ir, he de ir al despacho del decano.-
-De acuerdo.-
-Señorita García… La persona que está ahí tumbada, ¿es una chica?- Pregunta María.
-¿Y qué?- Pregunta él.
No responde María y se produce un ligero silencio y lo interrumpe él diciendo. –Bueno, me tengo que ir. Ah, por cierto…-
-¿Sí?- Pregunta María.
-Cuéntaselo tú a la señorita Leticia, ¿vale?-
-Vale.- Dice María.
-¿Contarme qué?-
-Hasta luego.-
Se dirige a la puerta del despacho del decano.
Toc Toc.
-¿Sí?-
-Fiu, parece que hoy está.- Dice él en voz baja.
Abre la puerta. Entra dentro y ve a Sonia y le saluda. –Vaya, eres tú, Lavith.-
-Buenos días, señorita Sonia.- Dice mirando el suelo.
-Vamos, deja de mirar al suelo. Esta vez no hay botellas.- Dice Sonia con una sonrisa.
-Eso espero.-
-Buenos días, Lavith.-
-¿Va a venir hoy el decano?-
-Sí, deberías poder verle a lo largo de la tarde. ¿Por qué?-
-Si fuera posible, me gustaría hablar con él… Nada más.-
-¿Sobre qué?- Pregunta Sonia.
-Sobre algo que ha ocurrido hace un rato. He oído disparos entre el camino a la residencia femenina y el pabellón alfa.-
-¿Ah, sí?-
… -Sí. Disparos.-
-Comprendo.-
-¿No deberíamos llamar a la policía lo antes posible?-
-Ya lo hemos hecho.-
-¿Cómo?-
-Llamaron de la residencia femenina hace un momento, así que ya hemos mandado a un guardia. Hemos informado a la policía en cuanto nos lo han dicho, así que no te preocupes.-
-Vaya, ¿ya os han avisado?-
-Pero de todos modos, gracias por contármelo. Demuestras mucha madurez.- Dice Sonia con una sonrisa pícara.
-Lo único que se me ha ocurrido es venir aquí… En cualquier caso, ¿podrá apañárselas un solo guardia?-
-Será solamente hasta que llegue la policía. No hay nada de lo que preocuparse. Y si se diera el caso de que la situación empeorara se evacuaría enseguida la zona.-
-Ya veo.-
-Así que hasta que eso ocurra, continúa acudiendo a tus clases. Si sucediera cualquier otra cosa, te informaríamos enseguida.-
-¿Debería mantenerlo en secreto para evitar que cunda el pánico?-
-Exactamente. Eres un chico muy avispado.-
-De acuerdo. No se lo comentaré a nadie.- Dice Lavith.
-Perfecto.-
-Imagino que debería marcharme.-
-Por cierto. ¿No han empezado ya las clases? ¿qué estabas haciendo por ahí?-
-Pues, bueeeno…-
-Ya veo.- Vuelve a sonreír de forma pícara.
-No, no, no es nada de eso.-
-¿Entonces?- Pregunta Sonia.
-Es que me he quedado dormido, nada más… Por el bien de ambos, vamos a dejar este tema.-
-De acuerdo. ¿Quieres que te llame cuando venga el decano?-
-No, no hace falta.- Niega él.
-De acuerdo, te veré después.-
-Adiós.-
… Sale del despacho del decano. –Bueno, no hay nada más que pueda hacer… Y ahora, ¿qué excusa puedo inventarme para justificar mi tardanza?-
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