Día 2. Mañana.
…
Abre los ojos. –Esperaba una resaca legendaria, pero me encuentro sorprendentemente bien…- Parece que ya es de día, pero las nubes grises siguen ahí. Una agradable y fresca ráfaga de aire atraviesa la habitación. –La ventana está abierta. Esto está bastante calmado. Parece que Yuta se marchó por la noche.-
Se incorpora y ve el reloj. Ya son las nueve, y hay tanta tranquilidad ahí fuera… -Debo haberme quedado dormido.-
Bosteza y se levanta de la cama dirigiéndose hacia la puerta del aseo mientras mira su pijama. –No recuerdo haberme cambiado de ropa… Joder, me falla la memoria. Estaba bebiendo con Yuta, hablando…. y entonces… No recuerdo nada después de eso.-
Entra al aseo y se lava la cara. –Espero no haber cometido ninguna estupidez.- Se seca con una toalla, como siempre y ve la cara de otra persona en el espejo. Su cara… no es la suya.
-Los médicos me explicaron por qué me pasaba esto. Decían que lo producía el estrés y un desorden mental derivado. Aunque podía ser falta de seguridad en un mismo.- Se ríe y sacude la cabeza intentando volver a ver su cara. -Decían que la falta de confianza provenía por un temor extremo a las mujeres. Sí, ya… mujeres.-
Sale del aseo. –Tengo que hacerme con un uniforme nuevo para la escuela. Hoy no puedo llevar este. Huele a…- Lo huele y se retira un poco. –Lo que me recuerda que todavía no he podido averiguar los efectos de ese “aroma”-
Mete el uniforme que llevaba ayer en una bolsa de plástico. –Tengo que asegurarme de que nadie lo huela.-
Se prepara para ir a clase y mete en la mochila la botella vacía de la que bebía Tommy. –Tengo que dársela a la señorita Leticia… Me voy.-
Llega a la salida de la residencia masculina y ve a dos tipos, parece un mal momento. –David y… Roberto.-
Hablan demasiado bajo para poder oír lo que están diciendo, pero el principal problema es que están hablando frente a la salida de la residencia. –Es una situación bastante interesante, pero no puedo dejar que me pillen llegando tarde. Si saliera ahora, me verían enseguida… Mierda, me va a tocar esperar. Bueno, supongo que mientras daré una vuelta por aquí.-
Caminando para hacer tiempo piensa. –La habitación de Yuta, ¿eh? Bueno, supongo que no pasará nada porque entre. Aunque no sé exactamente dónde está. Ayer lo oí decir que su cuarto estaba unas cuantas habitaciones después de la mía. Me dijo que había una salida de emergencia al final del pasillo.-
Busca la habitación hasta parece ser, da con ella. –Mmm… Quizá aquí. Aquí es. Sí, pone “Yuta Onoda”. Perfecto.-
Toca en la puerta, pero no responde nadie. Vuelve a tocar pero no ocurre cambio. –Debe haberse ido ya a clases, volveré a mi habitación.-
-Voy a llegar tarde sin ninguna duda. Si tuviera una beca, ahora mismo estaría metido en un buen lío. Y aunque no representa ningún problema, al menos debería ir con una excusa preparada. Pero si esos dos no se van, no podré asistir a clase…-
Sale al balcón a tranquilizarse. Mira el cielo que está nublado, como viene siendo habitual. Aunque parece que estás nubes son más ligeras que las de ayer. –Mmm… Hoy es mi segundo día. Y voy a llegar tarde aunque me dé prisa. Bah, a quien le importa. No he venido a esta escuela precisamente para estudiar. La impresión que tuve ayer es que a la gente de aquí le da todo igual… Debería volver a la habitación.-
Vuelve a la habitación. -¿Y ahora qué? Miraré si siguen esos dos.-
Abandona la habitación llegando a la entrada de la planta baja. Esos dos ya no están por ahí. –Vale, ya puedo salir.-
Deja la entrada y sale afuera, pero se detiene de repente. Hay un alambre que sobresale. Es bastante peligroso. Un afilado alambre despunta justo por donde iba a pasar. –Si alguien se tropieza con él, podría hacerse daño. Estas cosas deberían retorcerlas hacia dentro.-
Retuerce el alambre para adentro hasta asegurarse de que ya no hará daño. –Bueno, ya está.-
-¡¿Pero qué…?!-
El muchacho escucha el chillido de una chica que viene de fuera y escucha golpes secos y lejanos. –Proviene de las escaleras antiguas. Parece que alguien se ha pegado un golpe.-
Llega donde los ruídos. –Ayyy…-
Mientras desciende por las escaleras nuevas, ve a una chica agazapada cerca de las viejas escaleras.
-¿Qué estás haciendo aquí, María?-
-¿Lavith? Venía a buscarte.- Dice ella con esperanza en el rostro.
-¿Vienes tú sola por ser la delegada de clase?-
-Sí…-
-Vaya, tiene que ser un trabajo muy duro.- Dice él con sarcasmo.
-¡Eh!-
-¿Qué?-
-¡¿Podrías echarme una mano?!- Dice ella con lágrimas.
-Perdona. Vamos. ¿Pero es que estás ciega? ¿No sabías que resbalan?-
-Cállate-
Se coloca el muchacho al lado de ella y pregunta. -¿Te has caído bajando por las escaleras?-
-Sí.-
-¿No habrás visto a dos tíos por aquí? O incluso a uno solo.-
-Pues no.- Niega ella.
-Bueno, pues en ese caso vamos a echar un vistazo.-
Lavith se acerca a ella y levanta la falda un poco. Ruborizada María dice. -¿Eh? ¡Espera! ¡Argh!-
-Tiene mala pinta la herida de la pierna. Estás sangrando.-
-No toques… ¡Ay!-
-Será mejor que te lo miren. Vamos a la enfermería.-
-Estoy bien.-
-¿Puedes caminar?- Pregunta Lavith.
-¡Por supuesto!-
Se incorpora y comienza a andar pero tropieza. -¡Cuidado!- Grita él.
Rápidamente la sujeta para que no caiga. –Ah… ¿Lavith?- Pregunta ella.
-¿Sí?-
-Tu mano…-
Mira él donde tiene la mano puesta, en el pecho de María. –Tienes un pecho precioso.-
Se pone roja y se cabrea preguntando. -¡¿CÓMO?!- Le da un guantazo.
-¡Au!- Se queja él.
-¡Cabrón pervertido!-
-¿Pero por qué? ¡Si te estoy dando mi más sincera opinión!-
-¡Cállate!-
-Lo siento mucho, pero te habrías caído si no hub…-
María le interrumpe dándole otro guantazo. -¡Au! ¡No hace falta que me des tan fuerte!- Se queja de nuevo.
-Todavía no te he puesto la mano encima…-
… -Ahora que lo dices, no duele.-
Se queda callada ella y pregunta el muchacho. -¿Entonces, que ha sido ese ruido?-
Se quedan callados y escuchan dos disparos un poco alejado.
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