Capítulo 53



            Las nubes son despejadas mostrando la luz de la Luna iluminando al joven y lo que le rodea. Vísceras de un perro y el cuerpo partido por la mitad, rodeado de charcos de sangre.

            -¡Es Saburo! ¿Quién cojones ha podido hacer esto? Han descuartizado su cuerpo y esparcido los pedazos por todo el lugar. Si Yuta lo encuentra así…- Piensa bastante nervioso.

            Se acerca con cuidado pensando. -¿Quién, quién coño ha hecho esto?-

            -¿Qué?- Una voz de mujer se escucha detrás.

            Se gira para ver quien es y mira a María que está bastante sorprendida. –No puedo creerlo.-

            -Sí, yo tampoco.-

            María mira al muchacho diciéndole. –No me digas que has sido tú.-

            Lavith la mira bastante alterado diciendo. -¡Eh, no digas eso ni en broma!-

            -Lo siento.- Se disculpa ella.

            -¡Joder! Era el mejor amigo de Yuta.-

            -¿Lo enterramos?-

            -Sí.- Afirma Lavith. –Deberíamos hacerlo. Vamos a necesitar una pala.-

            -Había una en la entrada de la residencia femenina.-

            -Iré a por ella.- Dice Lavith.

            -Vale, te espero aquí.-

            -Gracias.- Se despide el muchacho.

            Se dirige a la residencia femenina pensando. –No puedo creer que exista alguien tan cruel. ¿Quién habrá sido?-

            Llega a la residencia. –Me ha dicho que hay una cerca de la entrada.- Busca por la entrada y ve la pala a unos metros a la izquierda. –Ah, aquí está. Está un poco oxidada, pero bastará para cavarle una tumba a Saburo.-

            Vuelve al paseo con la pala y entra donde el cadáver de Saburo. –Estaba por aquí…- Da unas vueltas cerca buscando a María. -¿Dónde está María? Quizá no haya podido aguantar estar junto al cadáver mutilado de Saburo… Debería haberme quedado yo.-

            -Está bien. Lo haré yo solo.- Piensa mientras recorre el camino hasta Saburo.

            Comienza a cavar pensando. –Espera un poco, Saburo. Te haré una buena tumba.-

            Alguien toca al muchacho en el hombro. Paralizado del susto y con tono un poco alto pregunta. -¡¿Qué coño?!-

            Detrás de él se escucha un siseo muy bajo. -¡Shhh!-

            -¿Qué? ¿María?- Piensa Lavith.

            Lo agarra del cuello de la camisa y se lo lleva a rastras hacia el interior del bosque.

            -¿Qué ocurre?- Pregunta él mirando a María.

            Le tapa la boca diciendo ella en tono bajo casi susurro. –Por favor, ¡baja la voz!-

            -¿Cómo?- Pregunta él.

            -Te estoy diciendo que no hagas ningún ruido. Ni siquiera respires.- Susurra María asustada.

            -¿Por qué te pones así de repente?- Susurra él.

            -¡Shh!- Señala ella al frente en el paseo.

            -Solo veo a un par de bedeles hablando entre ellos.- Dice muy bajo.

            -¡Shhh!-

            -Vale, vale. No sabría decir quién es quién, al llevar todos esos uniformes. ¿Por qué se está escondiendo de ellos? Parece que sabe de lo que hablan.- Piensa el muchacho.

            Se quedan los dos mirando a los bedeles. –No oigo una mierda.- Vuelve a pensar él.

            Tras un rato sin saber nada, mira a María pensando. –Debe tener la capacidad auditiva de un perro. Ups… Que descanse en paz.-

            Vuelve a mirar a los bedeles diciendo en tono bajo. -¿Cuánto tiempo vamos a estar así? ¿Puedes soltarme la mano?- María lo tiene fuertemente agarrado.

            Los bedeles siguen hablando. –No parece que estén bromeando. Debe ser algo serio.-

            Entrecierra los ojos y le llega un olor desagradable. -¡Puaj! El hedor del cadáver de Saburo llega hasta la otra parte del bosque.- Piensa tapándose la nariz.

            Vuelve a mirar a los bedeles pensando. -¿Por qué no notan también ellos el olor? ¿Ya se han dado cuenta y lo están ignorando?-

            Tras un rato los bedeles hablando parece que ya han terminado y regresan al bosque.

            Cuando los pierde de vista, María suspira y Lavith respira hondo. Se incorporan y calmándose van al paseo. Ahora mismo ya no hay nadie.

            -Bueno, María.- Dice Lavith.

            -¿Qué?-

            -Mientras cavo la tumba de Saburo, ya puedes pensar en una buena excusa.-

            -¿Excusa? ¿Te refieres a lo que ha pasado ahora mismo? Simplemente no quería que sospechasen de nosotros por el asesinato.- Dice María un poco nerviosa.

            -Ya, claro. Eres muy persuasiva.-

            -¿Qué?-

            -¿No te he demostrado antes que las cosas funcionan si dices la verdad? Me has creído cuando te he dicho que no lo había hecho yo, ¿verdad?-

            Asustada pregunta ella. -¿Quieres decir que sí has sido tú?-

            -No cambies de tema tan rápido. Limítate a pensar una excusa mientras cavo.- Se despide Lavith dirigiéndose al bosque.

            El cuerpo de Saburo todavía yace en el suelo. Su ojo inerte parece mirar con resentimiento.

            -Vamos, no me hagas esto.- Piensa mirando al cadáver.

            Empieza a cavar al lado del cuerpo. Mientras cava se da cuenta de que lo han asesinado hace muy poco.

            -¿Cómo puede alguien ser tan cruel? Sin pensárselo ni un segundo…-

            El muchacho sufre un dolor fuerte en el corazón. -¡Ahh!- Se agarra el pecho jadeando un poco. El olor del cadáver cubre más el entorno. –Su olor es tan fuerte que me estoy mareando.-

            Tras un rato cavando piensa. –Creo que así ya está bien. Lo siento, Saburo. Esto es todo lo que puedo hacer por ti.-

            Coge todos los trozos y pedazos de su cuerpo y los coloca en el agujero. –Siento no poder hacerte un funeral… Descansa en paz, Saburo.-

            Regresa al paseo después de enterrar a Saburo y se acerca a María. –Ya he terminado, María.-

            -Buen trabajo.- Dice ella.

            Se produce un ligero silencio, pero lo interrumpe él. -¿Y bien?-

            -¿No deberías devolver la pala?-

            -Más tarde.-

            Un fuerte olor le golpea a María. Se tapa la nariz diciendo. –Dios, hueles fatal. Deberías ducharte.-

            Se huele la camisa. -¿Sí? Me alegro de que no hayas echado a correr.-

            Vuelve el silencio incómodo y es interrumpido nuevamente por él. –Confiésalo.-

            Algo confusa pregunta ella. -¿Qué confiese el qué?-

            -Sé que no eres una estudiante normal.-

            María no dice nada, tan solo se queda mirando.

            -También sé que eres la misma María que conocí cuando era pequeño, así que no puedes ser una estudiante de primero.-

            Con tono sereno y serio dice ella. –Lavith, ¿te das cuenta de que estás diciendo tonterías?-

            -¿De verdad lo crees?- Pregunta él.

            Cierra los ojos el muchacho diciendo. –Lo supe en cuanto nos vimos aquí por primera vez. No podía creerme que hubiese dos personas distintas con la misma cara y el mismo nombre. Tras observarte un tiempo, empecé a sospechar de ti. Y me lo confirmaste esta mañana. En primer lugar, me mentiste. Me dijiste que te habías caído al subir las escaleras. Pero en realidad estabas en la residencia masculina, estabas espiando… Estaban a punto de pillarte, así que corriste y te tropezaste con un alambre suelto. Vi tu pierna y comprobé la herida. Era evidente que te habías cortado con un hierro… Y respecto al disparo… Ni siquiera te asustaste, sino que corriste hacia su origen con la pierna mal. ¿No crees que tu comportamiento es un tanto extraño para una estudiante normal? Tengo más pruebas en mente, pero solo te diré una más. ¿No te has dado cuenta? Nos hemos estado llamando por el nombre de pila, pero no has considerado que nos estuviéramos tomando demasiadas confianzas. Después de todo, nos hemos visto solo durante dos días. Eso es porque ya me conocías de antes.-

            Abre los ojos y mirándola termina diciendo. -¿Qué me dices? ¿Por qué no confiesas?-

            María no dice nada y el muchacho la sigue mirando pensando. –Le he contando alguna mentirijilla con la esperanza de que me lo cuente todo.-

            -Menudo discurso más largo.- Dice María.

            -Sí, ¿y?-

            Cierra los ojos ella y suspira. –Tus deducciones han sido bastante acertadas. Además, debería darte vergüenza comportarte de esta forma delante de una chica.-

            Lavith no dice nada y continúa ella diciendo. –Está bien, lo admito. Soy una espía y estoy actuando en la escuela. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, Lavith. Pero para ser sinceros, no puedo estar segura de que seas el Lavith real. Hace más de cinco años que no te veo y te ha cambiado la cara.-

            -Eso es cosa de la pubertad.- Dice Lavith algo molesto.

            -Eso es lo que creía, pero…-

            El muchacho la interrumpe preguntando. -¿Y por qué razón estás aquí?-

            -Te lo diré si no interfieres en mi trabajo.-

            -¿Qué?- Pregunta él.

            -Si no me lo puedes prometer, olvídate.-

            Cierra los ojos el muchacho. –Mmm…-

            -Y no te atrevas a pensar que me lo vas a sacar a la fuerza. Si lo haces, tendré que seguir las instrucciones del manual y actuar en consecuencia.-

            Tras escucharla piensa Lavith. -¿El manual? Qué miedo… ¿Hablará en serio? Sería demasiado peligroso comprobarlo. Además, solo me queda una cosa por hacer: entregar el informe. No me gustaría incordiar a María.-

            María lo mira esperando algo de él. –Está bien, prometo no interferir.- Dice Lavith.

            Ella suspira de tranquilidad.

            -Y bien, ¿a qué te dedicas?- Pregunta el muchacho.

            -Me encargo de actividades de espionaje ilegales con el objetivo de investigar crímenes.-

            -Parece un gran trabajo.-

            -Y en esta ocasión, estoy investigando la desaparición de personas en esta escuela.- Dice María.

            Intrigado el muchacho pregunta. -¿Desaparición de personas?-

            -No puedo dar detalles, pero cada año desaparecen varios estudiantes. Nuestra agencia cree que se trata del crimen organizado.-

            -¿Gente que desaparece?-

            Afirma María. –Sí. Creo que la escuela misma está involucrada.-

            -Lo que quiere decir que mi tío… Quiero decir, el decano también lo está.- Dice Lavith.

            El rostro de María vuelve a ser serio y dice. –Eso creo…-

            -¿Estás completamente convencida?-

            -Eso es información confidencial.-

            -Qué historia más rara.-

            -No tienes por qué creerla si no quieres.- Dice ella.

            -Quiero decir… que solo voy a creerme la mitad.-

            Asombrada María pregunta. -¿Solo la mitad?-

            -¿Cómo se supone que me voy a tragar todo eso?-

            Suspira ella. –Está bien. Pero no te cruces en mi camino.-

            -Te refieres a que no se lo diga a mi tío, ¿eh?-

            Afirma ella. –Eso es.-

            -Puedes confiar en mí.-

            -¿Aunque tu tío sea un criminal?- Pregunta María.

            -Bueno, nunca pensé que fuera un buen tipo. Si está involucrado en un crimen, debe ser castigado. Especialmente si ese crimen está relacionado con el asesinato. Si fuese un simple fraude fiscal, sería otro cantar. Pero he prometido no interferir.

            -Bien.-

            -De todas formas, fue él quien me crió, así que… No me gustaría nada que tuviese algo que ver.-

            -Yo también lo espero.-

            -Sí.- Afirma Lavith.

            -De todas formas, no vuelvas a hablarme sobre mi trabajo, ¿vale? Si necesitase contarte algo, ya sacaría yo el tema.-

            -¿Por qué?- Pregunta él confuso.

            -Este incidente afecta a muchas personas. La mayoría de los bedeles también están involucrados.-

            Sorprendido Lavith pregunta. -¿Cómo?-

            -¿Sabías que también trabajan con los guardias de seguridad de la escuela?-

            -No tenía ni idea.-

            -Podrían pertenecer también a la organización criminal.-

            Tras escucharla, el asombro del muchacho se hace más grande. -¡¿En serio!?-

            -Todavía no puedo descartar la posibilidad. Y debo tener en cuenta que pueden estar observándonos.-

            -Mmm… Ya veo.-

            -¿Estás bien? LA perspectiva ha cambiado tan de repente…- Dice María.

            -Estoy bien. Entonces, un momento… ¿Quiénes eran esos bedeles con lo que estuviste ayer por la noche?-

            -Esos eran mis superiores, quiero decir… Mmm.-

            Sonriendo un poco Lavith dice. –Así que estás con otros.-

            Cierra los ojos suspirando ella. –Mierda.-
           
            -Lo que quiere decir que no debes hacer nada sospechoso.-

            -En efecto.-

            -Entonces, ¿no crees que es algo inapropiado hablar justo aquí?-

            -Tienes razón.- Dice María.

            -Mmm… Ya volveremos a hablar mañana en otro sitio.-

            -Vale.- Señala a la pala.- Yo me llevaré la pala.-

            -Gracias.-

            -Adiós, Lavith. No metas las narices en esto, ¿vale?-

            Le da la pala a María. –Entendido. Y termina el caso tan pronto como te sea posible.-

            -Si señor.- Dice ella sonriendo. –Por cierto…-

            -¿Eh?-

            -Creo que deberías cambiarte. Lo que llevas está sucio y huele mal.- Dice ella tapándose la nariz.

            -Vale.-

            -Nos vemos mañana. Esto…-

            El muchacho termina la frase diciendo. –No te preocupes. No haré nada, no iré a ningún sitio y mantendré la boca cerrada.-

            -Perfecto.-

            Sin decir nada más ella, se marcha en dirección a la residencia femenina.

            La ve alejarse y piensa. –Estaba un poco nerviosa. Pero al final he descubierto que es la misma María. Parece que tiene un trabajo divertido… Se está haciendo tarde. Tengo que encontrar a Yuta. Me iré a casa.-