Capítulo 27


           

            “¿Por qué?”

            Mi corazón palpita. ¿Qué?

            “¿Por qué?”

           

            “No. ¿Por qué yo?”

            Mi corazón palpita.

            “¿Por qué?”

           

            “No lo permitiré”

            Mi corazón palpita.

            “No lo permitiré”

            Mi corazón palpita.

           

Capítulo 26


            -Es hora de cenar, así que habrá bastante gente. Me pasaré luego y comeré algo cuando tenga más hambre.-

            Se dirige al pabellón alfa. Algunos profesores se han marchado hace un rato a sus habitaciones. Pero siguen viviendo en las residencias.

            -Son las… Madre mía, pero qué tarde es.- Dice mirando su reloj.

            Sube al primer piso y está vacío; nadie viene por aquí. Las lámparas se apagan todas… -¿Pero qué…?- Vuelven a encenderse. -¿Ha habido un fallo en el suministro eléctrico?-

            Se queda quieto esperando, pero no pasa nada… -Aquí es donde están las aulas especiales. No he visto a nadie utilizarlas.-

            Sube al segundo piso. El pasillo estaba lleno de gente hace un momento, pero ahora está en completo silencio.

            Llega a la azotea. Toda la escuela está a oscuras. Las estrellas están cubiertas por las nubes. Es como una pequeña y brillante isla rodeada por un mar de oscuras montañas. Al noreste, en el cielo, puede ver una luz. –Hay un foco de luz artificial al otro lado de la montaña. Es imposible salir de la escuela en mitad de la noche. Este lugar está completamente aislado, el único medio de comunicación disponible es el teléfono.-

            Cuesta medio día de caminata alcanzar el pie de la montaña. Llevaría incluso más encontrar un pueblo. –Si ocurriese algo, sería muy difícil avisar a la policía. Me pregunto qué medidas de seguridad tendrá este lugar. Aunque es verdad que todavía no ha pasado nada grave… Vaya, que frío. Voy a ir tirando.-

            Llega a la residencia masculina, sube a su habitación para descansar un rato. Se sienta en la cama y con una mano en el estómago. –Todavía no he cenado, así que he venido un poco pronto. El hecho de que la residencia masculina no tenga cafetería es una gran putada. Aunque bueno, tampoco se acabará el mundo por eso…-

            Sale un rato al balcón. La escuela entera está débilmente iluminada en la oscuridad. Pero en cuanto te alejas un poco en el interior del bosque, una vasta negrura lo recubre todo. La luz de la luna ilumina las nubes, permitiendo distinguir el cielo de la tierra. En el horizonte se puede ver una cordillera.

            -Ah, la ciudad… Mmm…- Mira un paquete de cigarros en una de las cajas de la habitación. –Por qué no tomar uno antes de ir a la cafetería.- Lo enciende y al dar la primera calada, tose. -¿Pero qué coño? ¡Está asqueroso! ¡Puaj!- Apaga el cigarro diciendo. –Y una mierda. No pienso seguir fumando esta basura. Por algún motivo, mi cuerpo se siente extraño. No recuerdo haber tomado nada… sospechoso.-

            Vuelve a su dormitorio cerrando la ventana. –Debería buscar más información… ¿Estará abierta la biblioteca? Solo hay una forma de saberlo.-

            Deja su habitación y pone rumbo para la biblioteca. Al llegar a la entrada ve como la luz se filtra a través de la puerta. Es de noche, pero todavía debe haber alguien trabajando en su interior. Entra y solo queda una persona. Una mujer camina con una blusa blanca. Se puede oír el sonido de sus pasos a través de recepción. No parece que esté trabajando parece ensimismada. Al poco rato, se queda parada justo debajo de la lámpara de araña. Está quieta sin hacer nada.

            -Señorita Sonia…- Dice Lavith.

            -¿Qué…-

            -¿Ya has cerrado?-

            No dice nada. Su mirada parece como perdida.

            -¿Me estás escuchando?- Pregunta él.

            -Ah, Lavith. Ya hemos cerrado.- Dice con una sonrisa.

            -¿Eh?- Pregunta mirando un poco sorprendido.

            -¿Qué? ¿Por qué me miras así?-

            Ahora es él quien no habla.

            -¿Lavith?-

            -No, nada.-

            -¿Tienes fiebre o algo?-

            -No, no… ¿Sobre qué hora abriréis mañana?-

            -Normalmente al mediodía.- Dice Sonia.

            -Vale. Eso era todo lo que quería saber. Adiós.-

            -Hasta mañana.- Se despide ella con una sonrisa.

            La señorita Sonia se dirige al mostrador. Sus movimientos son más bruscos que hace un momento, y un poco lentos. –Supongo que ya habrá salido de Babia. Me pregunto qué ensoñaciones estaría teniendo.- Piensa mientras sale de la biblioteca.

            Al salir se encuentra con Miguel Ángel. –Buenas noches, esto…-

            -Miguel Ángel López.-

            -Ah, sí. ¿No estás con Yuta?-

            -No.- Dice Miguel ángel negando con la cabeza.

            -Ah. ¿Y sigues trabajando?-

            Se va Miguel Ángel sin contestar. –Es bastante arisco.- Piensa.

            Se va a la cafetería. Los de primero comen después de todos los demás. Aún no deben haber venido a cenar. Los asientos están empezando a vaciarse. Podría incluso comer ahora.

            -Yuta no está aquí.- Piensa echando un vistazo rápido. –Ni tampoco María, pero debe estar en la cafetería de la residencia femenina.-

            Agarra una bandeja y se acerca a la comida. –Comida japonesa, ¿eh? ¡Genial!-

            Se sienta y cena tranquilamente. Recoge su bandeja. –El sabor es algo suave, pero no está mal. Están todos comiendo tan silenciosamente… igual que esta tarde. Los estudiantes de aquí son impecablemente modosos. Aunque tengo la sensación de que se están conteniendo. ¿Quizá su actitud en la cafetería se incluya también en su archivo? En fin, al menos la comida es buena. No es que me haya llenado demasiado, pero desde luego estaba deliciosa. El coste de manutención y el transporte de los alimentos a un lugar tan apartado como este debe dispararse una barbaridad. Mi tío no se lo piensa dos veces en gastar montañas de dinero en comida de alta calidad… Bien, hora de irse.-

            Tras comer vuelve a su dormitorio. Se tumba en la cama. –Estoy reventado de dar vueltas todo el día.- Una vez tirado en la cama, es duro levantarse de nuevo. –Se está tan a gustito… Fiu… Ha sido un día muy largo.- Respira hondo, cierra los ojos diciendo. –Ostras, casi lo olvido.- Busca en un bolsillo y saca la fuente del olor que le envuelve. –Le pedí a Lucía que me impregnase este pañuelo con el incienso del club de la ceremonia del té.- Se cubre la cara con él, pero no parece tener ningún efecto en su cuerpo. Deja de estornudar, pero sigue sin gustarle el olor… Mañana iré a echar un ojo a la lista de los miembros del club. Quizá esa gente tenga en común algo más que el té… Debería de ducharme… No, espera, mejor voy a empinar un poco el codo. Mi padre bebía, y yo bebía con él. En cuanto se echaba cuatro tragos nos lo pasábamos muy bien, así que yo también bebía. Bueno, no tuvimos la oportunidad de estar juntos mucho tiempo, así que tampoco lo hicimos muchas veces. Le daba por echarme sermones cuando bebía. ¿Cómo era? Estupideces sobre ropa y esas cosas así. Así que en mi casa había alcohol para dar y tomar. Casi todo lo que traje eran botellas que teníamos tiradas por casa.- Da un bostezo. –Joder, me estoy quedando frito.- Vuelve a bostezar. –No, no, todavía es pronto para dormir. Me gustaría bañarme y organizar un poco mis ideas.-