Capítulo 12


           

            Hay un chico de nos diez años persiguiendo a varias chicas. Estaba tan enfermo que no quería ir a la escuela. Estaba encerrado en una mansión más parecida a un hospital que a un hogar. No tenía ni parientes. Estaba tan sólo que ni siquiera se daba cuenta de que lo estaba.

            Y un día, apareció una chica… La conoció cuando vagaba alrededor de la mansión. Se hicieron buenos amigos.

           

            Ese chico soy yo.

           

            “…”

            Escucho un sonido.

            “…”

            “Ah…”

            “El mayordomo me ha dicho que has estado bebiendo mucho últimamente.”

            “¿Desde cuándo eres mi médico?”

            “… He oído que has conseguido entrar.”

            “Te lo habrá dicho el abuelo.”

            “Es solo un paso más, pero felicidades, de todas formas.”

            “…”

            “Hemos establecido el entorno perfecto para ti. Espero que no me decepciones.”

            “…”

            “No pareces estar satisfecho.”

            “En absoluto.”

            “No lo olvides. Sigues infectado por una enfermedad desconocida. Hace cinco años sobreviviste a lo que podría haber sido tu muerte, y has recorrido un largo camino hasta aquí. No has vuelto a tener ataques, aunque nadie nos garantiza que ya estés bien. Todavía no sabemos nada sobre tu enfermedad.”

            “…”

            “Y no voy a permitir a un chico así vagar libremente por ahí.”

            “Comprendo.”

            “… Ya cometí el error de dejarte marchar en una ocasión.”

            “…”

            “No tuve en cuenta…”

            “Fue culpa mía.”

            “No, no tuve en cuenta que no habías tenido ningún contacto social anteriormente. Yo fui el culpable por no ser capaz de verlo.”

            “…”

            “…”

            “¿Quieres decir algo?”

            “Nada. ¿Te gustaría volver a la escuela?”

            “Sí.”

            “Entonces, así se hará.”

            “…”

            “¿Sabes que dirijo el colegio?”

            “No, no lo sabía.”

            “Tendrás que vivir en su residencia masculina, y está situada en un sitio un tanto extraño, pero estoy ganando mucho dinero con ella. Según el médico, hace cinco años que no tienes ataque.”

            “…”

            “Y ha dicho que ahora puedes vivir en una atmósfera social.”

            “…”

            “¿Te gustaría ir a la escuela?”

            “¿En serio?”

            “Sí. Hay grandes instalaciones médicas en las cercanías por si pasase cualquier cosa, así que es perfecto.”

            “…”

            “Pero si vuelves a tener algún tipo de ataque, te volveré a meter de inmediato en el hospital.”

            “…”

            “Bien, ¿qué me dices? No creo que sea un mal trato.”

            “¿Por qué así, tan de repente?”

            “Considéralo como una recompensa.”

            “…”

            “De acuerdo. Incluso te proporcionaré trabajo mientras estés allí.”

            “¿Un trabajo?”

            “No te preocupes, será fácil.”

            “…”

            “Cómo te he dicho, es obligatorio vivir en la residencia. Está lejos de cualquier sitio, así que los estudiantes tienden a estrenarse.”

            “…”

            “Hay ciertos lugares establecidos para que los estudiantes puedan relajarse.”

            “…”

            “Pero estoy convencido de que hay problemas que no logro detectar.”

            “¿Y…?”

            “Llevo la escuela por motivos exclusivamente económicos. No puedo ni quiero ocuparme de ella todo el tiempo.”

            “…”

            “Supongo que ya imaginarás adónde quiero llegar.”

            “Quieres que espíe que hacen los demás.”

            “¿No estás de acuerdo?”

            “No me parece mal. Lo haré.”

            “Decidido, entonces. Pero sólo debes informarme a mí, ¿de acuerdo?”

            “Entendido.”

            “Pero no eres un profesional, así que no esperes que soluciones todos los problemas habidos y por haber en dos días. Simplemente limítate a informarme si ves algo sospechoso.”

            “…”

            “Y ten siempre presente que sólo tienes que decírmelo a mí. Al resto de profesores les comunicaré la información estrictamente necesaria.”

            “¿Y qué escuela es?”

            “La escuela privada Asao.”

            “Vaya… Una importante.”

            “No, ERA una escuela importante. Ahora no es más que una cualquiera.”

            “¿Cuándo empiezo?”

            “Dentro de un mes.”

            “De acuerdo.”

Capítulo 11


            -Siéntate aquí, por favor.- Señala la silla.

            -Gracias.-

            Lavith mira a la persona que se sienta mirándola. Su pelo rojo cobrizo con una lacito, su rostro inocente y piel un poco pálida. No le dejaba apartar la mirada.

            … -¿María?- Piensa al verla.

            -Eh…-

            -¿Ocurre algo?- Pregunta la mujer.

            La estudiante negando con la cabeza. –No… nada.-

            -Permitidme presentaros, chicos. Oh, esperad. No me he presentado yo.-

           

            -Me llamo Sonia Sánchez. Soy la secretaria y la directora. También ocupo el puesto del decano cuando él no está. Y hasta aquí mi presentación formal.-

            -Madre mía.-

            -¿Qué pasa?- Pregunta la mujer.

            -Nada. Encantado de conocerte.- Dice Lavith. –Y yo que pensaba que era la amante de mi tío…- Piensa esto último.

            -Y ahora, dejadme continuar. La chica sentada junto a ti es María. Es la delegada de tu clase.-

            -… Anda.- Piensa.

            -Encantado de conocerte.-

            -Y él es Lavith, el nuevo estudiante.- Dice señalándole.

           
            -¿María?-

            -Ah… Encantada de conocerte.-

            -¿Os encontráis bien? Os noto ausentes.- Pregunta Sonia.

            -Yo… estoy bien, en serio.- Contesta Lavith un poco distraído.

            Con una sonrisa dice Sonia. –Bueno, María te enseñará tu clase, ¿vale?-

            -Vale.-

            -Y eso es todo por ahora.-

            -¿No querías preguntarme algo?- Pregunta Lavith mirando a la mujer.

            Con una sonrisa responde. –Podemos discutirlo más tarde. María, ¿te ocuparás de él?-

            -Por supuesto.-

           

            María se va de la habitación sin decir nada más. Sonia mira a Lavith que está mirando al suelo y pregunta. -¿Pasa algo con ella?-

            Niega con la cabeza. –No.-

            -Ajá, ya entiendo.-

            -Que no, no es lo que piensas.- Responde un poco colorado.

            -Pero si no he dicho nada.-

            -Debería irme. Si me disculpas…- Se levanta dirigiéndose a la puerta, pero le detiene Sonia diciendo.

            -Acuérdate de que tenemos que seguir con esto en otro momento...- Se muerde el labio inferior.

            Su corazón latía a cien por hora, traga saliva y dice. –Insisto en que no podemos hacer nada de eso.-

            Se acerca Sonia con un andar un tanto erótico. -¿De qué estás hablando? Me refiero a hablar civilizadamente, como ahora. ¿Es un crimen o algo así?-

           

            -Te has puesto colorado. Que mono.-

            -Si me disculpas…- Dice cada vez más nervioso.

            Sale de la habitación y se apoya en la puerta. Cierra los ojos. –Joder. Me encuentro mejor en cuanto salgo al pasillo. Todavía noto los efectos de ese pequeño ataque, ha sido demasiado suave. Posiblemente sea por los nervios.- Piensa colocando la mano en la cabeza.

            -¿Lavith?-

            Abre los ojos y ve a María delante suya. –Ah, perdona.-

            -Estoy encantada de conocerte. Una vez más, mi nombre es María.-

            -¡Eh corta el rollo!¿Cómo estás? Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.-

            El rostro de María se pone serio.

           

            -Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? La última vez que te vi fue en primaria. Así que creo que han pasado más de cinco años. Me sorprendí mucho cuando me dijeron que te mudabas.-

            -Espera…-

            -¿Qué tal va todo? Me alegra ver que no has cambiado mucho.-

            María cada vez más extrañada dice. –Esto… disculpa…-

           

            -¿Qué pasa?- Pregunta Lavith. –No, no ha cambiado, ¿verdad? –

            -¿De qué estás hablando? ¡No te he visto en mi vida!-

           

            -¿Ahora se liga así?- Pregunta María un poco enfadada.

            -Pero… ¿cuántos años tienes?- Lavith ya estaba un poco confuso sobre María.

            -Los suficientes.-

           

            -Idiota.- Dice Lavith molesto por la contestación.

            -¿Qué me has llamado?- Se acerca María bastante enfadada.

            -Pensaba en voz alta.-
           

            -Es cierto. ¿En qué estaba pensando?- Se pregunta Lavith. –Ella ya estaba en el colegio hace cinco años, así que ¿cómo va a estar todavía en la escuela? … Pero se parece un montón.-

            … María comienza a caminar haciéndole un gesto para que le siga.

            -¿A dónde vamos tan deprisa?-

            -Voy a enseñarte tu clase.-

            -Es verdad. La clase. ¡Ey, espera!-

            Lavith le sigue el ritmo pero ella acelera más. Cuando llegan al edificio principal, se da la vuelta María y pregunta. -¿Puedes caminar más rápido? Me gustaría llegar antes de que se acabe la hora.-

            -¿Te has mosqueado?- Pregunta Lavith acercándose a María.

            -No.-

            -Por el tono de tu voz, yo diría que sí.-

            -¿Por qué iba a enfadarme?-

            -¿Ves? Como ahora…- Piensa Lavith viendo el rostro enfadado de María.

            … Se queda callada.

            -Es que… Bueno, lo entiendo.-

            -¿Qué entiendes?-

            -Lamento si has creído que te estaba tirando los tejos.-

           

            -Pero ha sido un error. Así que, ¿podemos empezar desde el principio.-

           

            -Es mi primer día aquí y hay cosas que no tengo claras, pero me gustaría empezar con buen pie.-

            -Oh…-

            -Y me temo que no tengo mucha resistencia, así que si podemos ir más despacio…-

            María pone un rostro triste apiadándose de Lavith. –Vaya, perdona.-

            -No, no. No tienes por qué disculparte.-

            -Pensaba que eras… Bueno, ya sabes…-

            -Lo entiendo…-

            -Tengo un poco de fiebre y no me imaginaba que…-

            -Eh, espera.- Dice Lavith.

            -He tenido un mal día…-

            -¡Espera!-

            Se gira María preguntando. -¿Qué?-

            -No me malinterpretes, no pretendía que te sintieras mal por echarme la bronca. Solo quiero que seamos amigos.-

           

            -No has hecho nada malo. ¿Vamos a la enfermería?-

            -¿A la enfermería?- Pregunta María.

            -Sí. ¿No has dicho que tenías un poco de fiebre?-

            Una ligera sonrisa aparece en el rostro de María. –Ah, pero no pasa nada. La aguanto bien.-

            -Me alegro, entonces.-

            -Pero gracias por preocuparte.-

           

            -¿Qué?- Pregunta María extrañada.

            -Para ser sincero, sí me ha sentado un poco mal tu respuesta.-

            -¿Por qué?-

            -Mira, hacemos una cosa. Tú olvidas lo que he dicho, y yo olvido que me ha sentado mal tu respuesta, ¿vale? Así podremos ser amigos.- Dice Lavith sonriendo un poco.

           

            -Bueno, en fin. Es broma.-

            -Lavith…-

            -Vamos a dejarlo. Lo siento de veras.-

            -No, no. ¿De verdad me parezco a esa amiga tuya de la infancia?-

            Afirma con la cabeza. –Sí, y es que hasta os llamáis igual.-

            Sorprendida María se acerca a él preguntando. -¿En serio?-

            -Sí, pero no tenéis la misma edad.-

            -Es que es eso, somos personas diferentes. Y no, no tengo hermanas parecidas a mí, ni nada por el estilo.-

            -Ya veo.- Dice Lavith un poco desilusionado.

            -Pero bueno, yo tampoco estoy enfadada contigo.-

           

            -Pero tampoco hace falta que le comentes esto a nadie, ¿vale? No ha sido una conversación muy inteligente.-

            -Vale.-

            -Entonces tenemos un trato. Somos amigos.-

            -¿Perdón?- Pregunta Lavith bastante confuso.

            -Vaya, has dicho que querías que fuésemos amigos…-

            -¿Lo dices porque soy el nuevo y estoy algo desorientado?-

            -No, para nada. Lo digo porque me has propuesto un trato, ¿no?-

            -Ah, vale. Entendido.-

            Comienza a caminar María en dirección a las escaleras. –Bueno, entonces ahora que nos hemos entendido, vámonos.-

            -De acuerdo.-

            Los dos siguen caminando para sus clases pero María se detiene diciendo. –Pero una cosa más...-

            -Dime.-

            -Que seamos amigos no quiere decir que vaya a tratarte especialmente bien, ¿eh?-

            -Vale, vale.-

            … De repente se queda callada María mirando fijamente a Lavith.

            -¿Qué pasa?-

            -Me da la sensación de que en realidad te estás quedando conmigo.-

            -No sería capaz de hacerte algo así…-

           

            Los dos prosiguen la marcha hasta los pisos superiores. –Es aquí, ¿verdad?- Pregunta Lavith mirando por los pasillos.

            -Sí, está al lado oeste del segundo piso. Nuestra aula es la 2-B-

            -Está muy tranquilo.- Dice Lavith mirando a todos los lados.

            -Aún no ha terminado las clases…-

            -Así que así es como funciona la escuela privada Asao.-

            -Has estado en otros colegios, ¿no?- Pregunta María. -¿Eran muy diferentes?-

            -Bueno, no exactamente.-

            Se gira sorprendida María mirando a Lavith. -¿Entonces?-

            -Esta es la primera vez que voy a una escuela.-

            El asombro de ella se hacía cada vez más grande. -¿Qué?- Pregunta María.

            -He estado muy enfermo, así que nunca he podido ir a una hasta ahora. Y he tenido que esforzarme durante todo un año para alcanzar el nivel de la gente de mi edad.-

           

            -Hace ya cinco años que estoy bien, pero… han pasado muchas cosas, así que…-

            El silencio de María se hace prolongado.

            -¿Qué?- Pregunta Lavith al ver que no dice nada su compañera.

            -Vaya… Has debido tener una vida dura.-

            -Pareces… enfadada.-

            -¿Por qué iba a estarlo?-

            -Quizá hayas detectado mis mentiras.-

            -¿De qué hablas?-

            -¿No te has parado a pensar que podría estar diciendo todo esto para darte pena y así acercarme a ti?-

            Al escuchar eso María se enfada bastante. –Eso es muy ruin…-

            -Nah, lo cierto es que no tengo mucha energía y mi cuerpo es muy débil.-

            -Posiblemente sea porque no haces ejercicio.-

            -¿Y tú que sabes?-

            -Posiblemente sea porque no haces ejercicio.-

            -¿Y tú qué sabes?-

-No creo que debas volver a mentir para que la gente se compadezca de ti.-

           

            -¿Por?- Pregunta Lavith un poco serio.

            -Las primeras impresiones son cuestión de vida o muerte para un estudiante nuevo.-

           

            -Y a ti no se te da demasiado bien, ¿verdad?- Pregunta María.

            -¿Cómo puedes saberlo?-

            -Visto lo visto… Bueno me voy.-

            -Eh, espera.-

            … María se marcha dejándole solo.

            -No he pensado cómo presentarme ante los demás… ¿Cómo debería hacerlo?-